Pittsburgh Steelers 34 - Denver Broncos 27
Antonio Brown destruye el gran planteamiento de los Broncos
Cuando todo en los Steelers hacía agua, tanto en defensa como en ataque, se encomendaron a su receptor estrella para culminar la remontada. Broncos-Cowboys en vivo
A Kubiak se le puede criticar por muchas cosas. Tal vez le falte carácter, durante su etapa en Houston no supo sacarle todo el jugo a una gran plantilla, o cómo parecía hasta ahora, su límite de incompetencia quizá esté en el puesto de coordinador ofensivo. Todo lo anterior es posible, pero la realidad es que dirige un equipo que tiene la mejor defensa de toda la NFL, obra y gracia de Wade Phillips, y tiene una de las mentes ofensivas más brillantes del siglo XXI. Y donde demuestra s genio es, precisamente, en el planteamiento de los partidos importantes.
La estrategia de los Broncos empezó siendo impecable. Y la ejecución a los dos lados del balón rozó la perfección. La línea defensiva se bastó para colapsar una de los mejores quintetos ofensivos de la liga. DeAngelo Williams no podía correr porque sus compañeros no le abrían ni una sola puerta (terminó la noche con 26 yardas terrestres). Big Ben no solo recibía sacks; cuando conseguía pasar lo hacía bajo muchísima presión y sobre todo buscando a Antonio Brown. Y es que aunque todo esté en contra, el receptor estrella siempre es un faro que consigue llevar a su equipo a puerto seguro.
Pero si el trabajo defensivo de los Broncos fue impecable, el planteamiento ofensivo se puede calificar como casi magistral. Osweiler, que cada partido se confirma más y más como un quarterback más que prometedor, tenía una precisión casi milimétrica en pases centrados a media y larga distancia a Sanders y Thomas. Pero en cuanto la defensa local se abría para protegerse de esos pases que tanto daño le estaban haciendo, y que volvían a dejar en evidencia una secundaria demasiado ingenua, aparecía Hillman para aprovechar los espacios libres y hacer un destrozo en la línea.
Pese a todo, se adelantaron los Steelers. Un balón perdido por Hillman les dio la posesión en la yarda 21 rival y DeAngelo Williams recogía un pase y corría dos yardas para entrar en la zona de anotación. Pero a partir de ahí, y hasta el descanso, el partido se convirtió en un monólogo con el estribuillo que os explicaba. El ataque de Pittsburgh colapsado en la línea. La defensa de Pittsburgh completamente desconcertada. Las series de Osweiler se sucedían imparables. En drives largos como el que culminó con un pase de 18 yardas a Demarius Thomas después de 12 jugadas (7-7), o en latigazos meteóricos como el pase de 61 yardas de Osweiler a Sanders en el primer snap de una secuencia ofensiva (7-14). El quarterback, de carrera, culminaba el tercero (7-20) y otra vez Thomas repetía antes del descanso (10-27).
Los Steelers intentaban sobrevivir como fuera a la tormenta, y conseguían dos field goals que al menos les permitían boquear cuando parecían asfixiados. Gracias a ellos se fueron al descanso 13-27, asolo dos anotaciones, un resultado mucho mejor del que habían merecido.
En la segunda mitad los Broncos quisieron seguir con la fórmula, pero ya no funcionó con la misma eficacia letal. Tal vez porque Osweiler, que había tenido que retirarse lesionado al vestuario antes del medio tiempo, se resintiera del golpe. O quizá porque la defensa de Pittsburgh supo ajustarse para limitar daños.
El ataque de los Steelers, sin ser la máquina letal a la que nos tienen acostumbrados, empezó a funcionar con la fórmula infalible de lanzarle balones a Antonio Brown. Big Ben no se cansaba de buscarle, ni el receptor de quemar a su defensor. Hasta 16 completos consiguió para 189 yardas totales. Y tanto fue el cántaro a la fuente que el mismo Brown acercó a su equipo a 7 puntos (20-27) con una recepción de9 yardas.
Todo apuntaba a que Denver había gastado toda la munición en el primer tiempo, y que la dureza de los Señores del Acero les ayudaría a terminar remontando, pero sucedió lo algo increíble: en un despeje de punt de los Steelers, sus jugadores no aseguraron el balón y Norwood les robó la cartera para culminar un retorno mágico de 71 yardas… que no subió al marcador porque los jugadores del ataque de los Broncos habían saltado al campo pensando que la jugada estaba muerta. Del posible 20-34 que habría dejado el partido muy encarrilado, se pasó al 27-27 cuando Markus Wheaton recibió un pase de 9 yardas de Big Ben.
A esas alturas no quedaba nada del plan demoledor con el que los Broncos habían empezado el partido. Kubiak había mostrado una de sus grandes virtudes, la preparación de partidos, pero también estaba viéndose lastrado por uno de sus mayores defectos: su incapacidad para hacer ajustes durante los encuentros. Nadie en su defensa era capaz de frenar a Antonio Brown. Nadie en su ataque sabía qué hacer para que su equipo recuperara la iniciativa.
Quedaban doce minutos y el partido entró en un bucle del que ninguno de los dos equipos era capaz de salir. Los Steelers parecían algo más entonados, pero tuvieron que despejar en dos ocasiones sin conseguir un primer down. Y sorprendentemente, todo se rompió por culpa de Osweiler, muy desdibujado en la segunda mitad tras un arranque magnífico. El quarterback de Denver fue interceptado al intentar un pase que telegrafió por la presión a la que estaba siendo sometido. Tres jugadas después, la enésima conexión entre Big Ben y Antonio Brown adelantó a los Steelers 34-27. La remontada se había culminado.
El ataque de Denver tenía más de tres minutos para intentar recuperar la iniciativa, pero los cero puntos conseguidos en la segunda mitad pesaban como una losa. El equipo estaba sin ritmo y sin ideas. A trancas y barrancas llegaron hasta la yarda 36 de sus rivales y murieron en un cuarto down incompleto.
El partido parecía terminado pero Big Ben, en un pase absurdo que fue interceptado, decidió resucitar a sus rivales y provocar taquicardias en la grada. A un segundo del tiempo muerto de los dos minutos, los Broncos recuperaban el balón a 41 yardas del empate.
Pero ni siquiera esa segunda oportunidad fue suficiente regalo para los Broncos. Tras cuatro incompletos el partido quedó cerrado. Gary Kubiak, una mente ofensiva genial, planteó un partido perfecto, pero se quedó sin ideas cuando sus rivales encontraron la solución del rompecabezas.