AFC Norte desde dentro
Los ilustres desconocidos de la AFC Norte
Bryant, Nelson, Williams, Barnidge,… no son nombres que estén en boca de los aficionados, pero sus respectivos equipos no serían lo mismo sin ellos.
En 1939, los trabajos del prestigioso criptógrafo británico Alan Turing permitieron a los aliados descifrar los mensajes codificados por la máquina “Enigma” de los nazis, salvando miles de vidas y acortando, quien sabe si decidiendo, el destino de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, es improbable que hubiera llegado tan lejos sin los estudios del no tan famoso matemático polaco Marian Rejewski. Entre todos los grandes marinos que ha dado nuestro país, seguramente el más grande de todos, el insigne Blas de Lezo, es prácticamente un desconocido. Hoy en día, quizá nuestra lengua en vez de provenir del latín lo hiciera del púnico de no haber derrotado Escipión el Africano al mejor general de todos los tiempos, el cartaginés Aníbal Barca.
Ejemplos de personajes no tan célebres sin los cuales la historia sería diferente a como la conocemos los hay a docenas. Lo mismo ocurre en el mundo del deporte. Héroes sin juglares que canten sus gestas. Jugadores que pasan su carrera a la sombra del brillo de las estrellas de sus equipos, indispensables para su éxito, pero desapercibidos para el gran público. Los ha habido en todas las épocas y en todas las disciplinas. Pero que cada redactor glose dichas hazañas en sus respectivas columnas, ésta es de la AFC Norte.
Desde el impresionante final de campaña pasado y atravesando toda la offseason, había una enorme expectación por presenciar el espectáculo que se adivinaba con la “triple B” de Pittsburgh. Ben (Roethliserger), Bell (Le’Veon) y Brown (Antonio), componían probablemente la “santísima trinidad” de QB, RB y WR más excitante de toda la NFL. Sin embargo, agazapado tras tanto potencial, quizá porque una suspensión seguida de otra inoportuna lesión le dejó fuera los primeros 5 partidos de temporada regular alejándole del epicentro informativo, se escondía la 4ª “B”, la del WR Martavis Bryant.
En sus 18 apariciones como profesional (sólo es su 2º año en la liga), lleva anotados 15 TDs. Sale casi a TD por encuentro. Es como si los Steelers empezasen 7-0 cada partido sólo por ponerle en la alineación. Pero más allá de su impresionante efectividad, su velocidad y capacidad de desmarque provoca que las defensas rivales deban protegerse dejando más efectivos en retaguardia, lo que aprovechan tanto los RBs de Pittsburgh (antes Bell y ahora Williams) como el WR Brown, para tener más libertad de acción en sus áreas de influencia. También Roethlisberger se beneficia al recibir menos presión defensiva y tener la amenaza constante del pase profundo. Aún debe aprender a pelear más los balones divididos (cuerpo tiene para ello) y trabajar sus manos para no dejarse caer pases atrapables, pero es sin duda una pieza clave en el esquema ofensivo acerero.
El ataque de los Bengals está funcionando como un circo de tres pistas. Formaciones imaginativas, Bernard haciendo eslalon entre los LBs, Eifert abusando de los CB, Dalton y Green alcanzando marcas reservadas a grandes mitos como Manning o Moss. Sin embargo, volando bajo el radar, se encuentra una defensa que es la que menos puntos encaja por partido. No la de Denver, ni la de Seattle, sino la de Cincinnati. Pero aunque el protagonismo aquí lo acaparan probowlers de la calidad de Geno Atkins o Vontaze Burfict, hay un veterano de 32 años, el safety Reggie Nelson, que lidera la NFL en intercepciones, con 7 muescas en su revolver. Salido de Florida como uno de los mejores safeties de su promoción y escogido por los Jaguars en 1ª ronda, estaba a punto de ser uno más de los engullidos por el agujero negro de Jacksonville cuando un traspaso por un jugador intrascendente le llevó a Cincinnati. El estigma de su pésimo inicio en la NFL le ha hecho pasar casi anónimamente el resto de su carrera, pero su presencia en la secundaria bengalí, mostrando su liderazgo, veteranía, colocación y habilidad, está resultando trascendental en la excelente campaña de los atigrados.
En Cleveland, parecen querer ocultar todos los males de la franquicia bajo la espesa nube mediática que supone el enésimo cambio de quarterback y la vuelta de Johnny Football a los emparrillados. Pero quien realmente está moviendo al equipo es un tipo ignorado en el 99% de los drafts de ligas fantasy. El TE Gary Barnidge no está siendo el mejor del ataque Brown, está siendo el ataque Brown (para regocijo de los avispados que le contrataron para sus equipos de fantasía una vez iniciada la competición). Cuando el pasado domingo se lesionó en el primer drive ofensivo de su equipo, un escalofrío de terror recorrió la grada del Dawg Pound: “¡se acabó!” (o “game over!”, que para eso hablan la lengua de Shakespeare). Sin embargo, regresó para convertirse nuevamente en el motor del gripado ataque marrón y, a sus 30 años, una de las escasas alegrías que llevarse el sufrido seguidor de Cleveland de tan aciaga temporada.
Algo parecido debieron pensar los seguidores córvidos al comprobar la ausencia de quien ha sido el ancla de su defensa en estos tiempos oscuros de lesiones demoledoras, penalizaciones surrealistas y tácticas desconcertantes. El nose-tackle Brandon Williams tuvo que ser asistido en el vestuario tras el primer drive, pero volvió para conseguir un par de placajes y mantener, dentro de lo que cabe, intacto el orgullo que siempre ha distinguido a esta franquicia. Un espíritu que les ha llevado, a pesar de las desgracias sufridas, a no ha perder ningún partido por más de una anotación. Si la esquiva moneda hubiera salido cara las muchas veces que salió cruz, quizá pese a todo, sus aspiraciones ahora serían más ambiciosas. La de NT no es una posición glamorosa. No acapara highlights de placajes espeluznantes o acrobáticas intercepciones. Pero con los líderes tradicionales fuera de combate o desaparecidos, las esperanzas de los seguidores ravens deberían girar hacia Williams como pilar de la reconstrucción de su mítica defensa.