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Dallas Cowboys 14 – Carolina Panthers 33

Tony Romo se rompe la clavícula tras lanzar tres intercepciones

El quarterback de los Dallas Cowboys volvió a romperse su clavícula izquierda, la misma lesión que sufrió en la semana 2 y que destrozó las opciones de su equipo.

Sack de Mario Addison a Tony Romo. el quarterback de los Cowboys vuelve a romperse su clavícula izquierda.
Tim HeitmanUSA Today Sports

Silencio sepulcral en el AT&T Stadium el día de Acción de Gracias. Candice Crawford, mujer de Tony Romo, llora en el palco. Sola, desolada. Sin nadie con un mínimo de decencia para acercarse a consolarla. Tony Romo era atropellado en un sack descomunal, giraba su cuerpo para evitar caer de cara sobre el suelo y volvía a romperse su clavícula izquierda. La misma que saltó por los aires en el segundo partido de la temporada, quizá para reventar su futuro como deportista y por el camino todas las opciones de unos Cowboys abonados al luto. Ahí se acabó toda la historia. De hecho, esa lesión es la historia. Todo lo demás que pudiera haber sucedido sobre el emparrillado a partir de ese instante se convirtió en una anécdota, mientras la grada asumía que los suyos ya solo tienen un objetivo esta temporada: el número 1 de draft. En busca de un nuevo quarterback que no se rompa con el que acometer un nuevo proyecto.

Llevamos toda la semana imaginando a Romo subido a un caballo blanco y atravesando a pecho descubierto la línea de las huestes del malvado reino de los panteras, cuyos abanderados arrojarían sus blasones y huirían despavoridos ante el empuje del paladín, especializado en destruir perfecciones. Pues ni caballo blanco, ni paladín, ni historias. Tres intercepciones como tres soles en la primera mitad, una clavícula rota y punto pelota. Los Panthers se vuelven a casa sin heroicidades, pero con 11 victorias.

Y eso que la fiesta prometía ser calentita cuando en la segunda jugada del partido Dez Bryant y Josh Norman se enzarzaban en una reyerta que prometía convertirse en combate de boxeo a doce asaltos y con botefadas descomunales por ambas partes. Hasta el punto que cuando Romo fue interceptado por primera vez para touchdown de Coleman, en su segundo intento de pase, receptor y defensor ni se enteraron. Seguían a lo suyo, mentando a las respectivas sin contención. Pero ahí acabó la pelea entre jugadores, y también entre equipos, porque desde su primer snap ofensivo en el partido, los Panthers se concentraron en no cometer errores, los Cowboys en hacer la vida más sencilla a su quarterback, Romo en lanzar intercepciones y Kuechly en convertirse en el mejor objetivo del pasador rival, 'pick six' incluido.

A esas alturas, Romo se echaba el agua por la cabeza para intentar despertar de la caraja, o de la pesadilla, que más o menos es lo mismo, y a todos se nos pasaba por la cabeza que a Peyton Manning una actuación similar le costó una fascitis fulminante y la posible jubilación. Nadie se esperaba que el epílogo pudiera ser más terrible todavía. 3-23 en el descanso, tres anotaciones de diferencia, toda la segunda mitad por delante, y el ataque de los Panthers viendo el partido desde una grada de lujo, consumiendo reloj en series lo más largas posibles y viviendo en la felicidad inmensa que provoca tener como cinturón de seguridad una defensa que casi lo puede todo.

La segunda mitad casi os la ahorro. Un touchdown acrobático de carrera de Cam Newton, que lo volvió a celebrar como solo sabe hacerlo él, para enfadar a todos los que lamentan que detrás de tanto talento se esconda un tipo tan inoportuno, y un pase de touchdown de Cassel a Beasley cuando ya casi nadie seguía mirando el partido. Las lágrimas de Candice Crawford continuaban ancladas en la retina. El silencio sepulcral en el AT&T Stadium ensordecía nuestros oídos. El luto en Acción de Gracias nos mantenía sin habla. Tony Romo se había vuelto a romper la clavícula y yo me pregunto qué pasa por la cabeza de un jugador de football americano el día que descubre que se ha convertido, definitivamente, en una figura de cristal.