Cinco cosas que pienso
Los árbitros de NFL piden disculpas
Los árbitros, o zebras como se les conoce, se denominan el Equipo C y no dudan, antes de salir al campo, en hacer un huddle propio y gritar “equipo”.
Siempre he tenido una gran admiración por los árbitros de fútbol americano, las Zebras, como suelen ser llamados, forman el tercer equipo en discordia y salen al campo determinados a hacerlo mucho mejor que los dos que van ataviados con cascos y corazas. El reglamento dice que el Equipo A es el que tiene el balón y el Equipo B, el que no lo tiene. Pues los árbitros se denominan el Equipo C y no dudan, antes de salir al campo, en hacer un huddle propio y gritar “equipo”.
Esta forma de entender el deporte, esta mística que hasta los propios árbitros adoptan en el fútbol americano, bien le vendría a muchas otras disciplinas deportivas, donde los colegiados están fatalmente vistos, pero no hacen nada por evitar esta concepción que tienen sobre ellos aficionados, jugadores y entrenadores.
Sin embargo, últimamente las cosas no están funcionando a las Zebras. El Equipo C está saliendo de los campos derrotado más veces de lo que esperarían, y hasta se nota un gran desconcierto. No podemos negar que la NFL es la liga deportiva profesional más difícil de arbitrar de todo el mundo, que el juego se desarrolla a una velocidad vertiginosa y que los marcajes, especialmente en la zona secundaria de la defensa, están siempre al límite de lo permitido. A eso debemos añadir que el Comité Técnico de la NFL tendría que modificar algunas reglas, como qué es y qué no es una recepción, de cara a hacer más fácil la labor de los colegiados. Pero algo está fallando. Quizá sea que al haber la famosa repetición en vídeo, los árbitros han perdido la confianza, quizá que tantos comentarios negativos estén mermando su moral…
Anoche vimos el error más grande que puede realizar un árbitro: un silbatazo inadvertido. Es decir, pensar que una jugada ha acabado cuando no lo ha hecho. En los cursos, siempre les dicen a los colegiados: “no pitéis hasta que veáis derribado al jugador que porta la piel del cerdo, porque el silbato acaba radicalmente con la jugada”. Pues anoche, Tom Brady buscaba la banda, pero antes de salir del campo lanzó el balón con precisión a Danny Amendola quien lo atrapó, milésimas antes de escuchar el silbato inadvertido del árbitro de línea.
El referee Gene Steratore, que también es árbitro en la liga de baloncesto universitaria, no supo digerir el error de su compañero. Según el reglamento, como el silbato sonó antes de atrapar Amendola el balón, la jugada se debería haber repetido, en lugar de poner la pelota donde el wide receiver la recibió.
Quizá lo que está faltando al Equipo C es asumir que el fútbol americano es muy complicado de arbitrar y aceptar sus errores y actuar con humildad, prueba de ello es que Steratore anoche obvió decir la frase “los árbitros piden disculpas”, indicada en el reglamento cuando el referee explica a jugadores, entrenadores y público, micrófono abierto, que las Zebras han hecho sonar su silbato inadvertidamente.
Cinco cosas que pienso:
1. Pienso que Andy Reid es uno de los mejores entrenadores que hay en la NFL. Al final, le ha ido mejor a él en Kansas City que a Chip Kelly, su sustituto en Philadelphia. Es admirable cómo Reid ha levantado de la lona a unos Chiefs que comenzaron la temporada de capa caída.
2. Pienso que la siguiente estadística es una de las más alucinantes de toda la temporada. Si descontamos el duelo en casa contra Denver, en el que perdieron cinco veces el balón, los Chiefs solo han cometido tres turnovers en los restantes nueve partidos.
3. Pienso que algo muy grave pasa en San Diego y el drama es que nadie sabe por qué ni cómo solucionarlo.
4. Pienso que la segunda juventud de Carson Palmer me recuerda mucho a la de Rich Gannon, la cual, por cierto, acabó con su equipo, Oakland, disputando la Super Bowl.
5. Pienso que la pérdida de Doug Flutie -su padre y su madre murieron la semana pasada, por causas distintas, en menos de una hora- ha sido tremenda. Mi más sentido pésame al pequeño gran quarterback, al que prometo dedicar extensamente mi columna del primer martes de diciembre.