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Dallas Cowboys

La NFL trata a Greg Hardy como a un esclavo al no castigarle

La misma NFL que sanciona a un jugador por agredir a una mujer en su casa pasa por alto cuando ese jugador agrede a un entrenador en el campo.

Mirad a este tipo a la cara. Se llama Greg Hardy, agrede a uno de sus entrenadores y su entrenador, y el propietario de su equipo, le felicitan.
Christian PetersenAFP

Yo no voy a cambiar mi opinión ahora. Llevo años defendiendo, en contra de la mayoría, que si un tipo como Greg Hardy agrede físicamente su ‘novia’ en al menos cuatro ocasiones, una de ellas arrojándola contra una cama llena de armas cargadas, no es asunto de la NFL. Es un problema judicial que debe ser resuelto en un juzgado, y no dentro de un reglamento que debe ser deportivo y debería quedar sin efecto cuando la cuestión a resolver no tiene que ver con el deporte.

Con eso no estoy defendiendo a Hardy. Es una cuestión de ‘separación de poderes’. Una separación que molesta tanto al comisionado Roger Goodell, que éste ha recurrido la decisión del juez de anular la sanción a Brady no por el caso 'Deflategate' en concreto, que es deportivo, sino porque ha quedado en entredicho una potestad recibida en el último convenio: su posición de monarca absoluto sobre la vida de todas las personas que viven en el entorno de la NFL durante las 24 horas del día.

Pero el reglamento de la NFL es tan perverso, está tan mal hecho, que la NFL entra a castigar a un tipo por agredir a su novia, pero pasa por encima cuando ese mismo tipo agrede a un entrenador. Y lo que es peor, uno de los propietarios que defienden a capa y espada la autoridad de la NFL para entrar en la vida extradeportiva de los jugadores, alaba a un jugador por esa agresión en la banda de un partido, porque así demuestra que es un líder del vestuario y un gran motivador. Rizando más el rizo, el entrenador principal de esa franquicia, que debería defender a su equipo técnico y su autoridad a capa y espada, también se mostró encantado por la reacción del jugador. Me vais a disculpar por el exabrupto, pero hemos podido presenciar boquiabiertos cómo un tipo despreciable era bendecido por dos de las tres personas que tienen autoridad sobre él.

La tercera es Roger Goodell, pero está demasiado ocupado intentando recuperar su autoridad absoluta perdida en cuestiones extradeportivas.

Los Cowboys debieron sancionar, si no despedir, a un jugador que agredió a uno de sus entrenadores en medio de un partido, ante las cámaras, demostrando públicamente cual es su actitud irracional cuando pierde los papeles. La misma que tiene cuando pega y amenaza de muerte a su novia.

La NFL debe sancionar, y quizá inhabilitar para los restos, a un individuo que agrede a un entrenador y ni siquiera se ha molestado en pedir disculpas. ¿Por qué lo va a hacer si su entrenador principal y el propietario de su equipo le han felicitado públicamente? De hecho, después del éxito, la próxima vez que un compañero de equipo cometa un error, o un entrenador le lleve la contraria, quizá decida hacer alarde de toda su capacidad de motivación, mandándole al hospital de una paliza. Pero la NFL no tomará cartas en el asunto porque todo sucederá dentro del vestuario, y lo que pasa dentro de las instalaciones de un equipo se queda dentro. Siguiendo su política de los últimos tiempos, la NFL solo tomaría cartas en el asunto si la agresión a otro jugador sucediera fuera del ámbito deportivo, que ahí es donde Roger Goodell se mueve como pez en el agua.

Todo este tema me parece alucinante. En serio. Me indigna y me parece increíble.

Si la NFL se preocupara de las mujeres, los hijos, las novias y la salud de sus jugadores y sus familiares; si de verdad defendiera a conciencia una política de buenas maneras que parece ser una de las grandes banderas del comisionado, el primer día que Greg Hardy tuviera un problema personal en el que demostrara que su equilibrio mental puede estar muy por debajo de los límites mínimos exigidos para poder convivir en esta sociedad, le obligaría a recibir tratamiento médico y un seguimiento psicológico de su trastorno mientras fuera jugador e incluso después. Por su salud y por las que le rodean. Y esa sería la política de buenas maneras que complementaría a las posibles condenas judiciales. Lo que sucede ahora es simplemente condenar dos veces.

Porque al final, en un partido de la NFL no hay esclavos de la época romana, ni gladiadores sin derechos condenados a luchar por su miserable vida. Hay personas. Y tal vez todo lo que tanto le asusta a Goodell, en lo que se refiere a las actitudes personales de los jugadores, se arreglaría si esos jugadores fueran tratados de verdad como personas. Y dentro de ese tratamiento se incluyen los castigos justos, y a veces ejemplarizantes, como el que debió recibir Greg Hardy por su actuación de la semana pasada. Pero claro, nos importa un pimiento si Hardy es humanamente un despojo si cuando sale al campo consigue placajes y sacks. Cuando ya no sea capaz de conseguirlos, le señalaremos la puerta y ya no nos importará a quién pueda agredir o amenazar de muerte.

Quizá Greg Hardy no sé de cuenta de la realidad, pero al no sancionarle, los Cowboys, y la propia NFL, le están tratando como a un esclavo. Como a una mierda. Y eso es lo que seguirá siendo, si nadie poner remedio, el resto de su desgraciada vida.