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FÚTBOL SALA

Anita París superó un cáncer de mama y ahora juega en Primera

La andaluza disfruta en el Jimbee Roldán después de vencer a la enfermedad hace siete años. Hoy hace una vida totalmente normal y habla para AS.

Anita París, solidaria con el Jimbee Roldán.
Gil

Lleva una vida normal y quizá ese sea el gol más bonito que ha marcado Anita París. La jugadora del Jimbee Roldán, equipo de Primera División de fútbol sala fememino, esconde una de esas historias de superación que nos regala el deporte. Ana París Rodríguez (8 de febrero de 1990, Almería) puede contar que venció al cáncer. Apenas contaba con 18 años, jugaba en el Comarca de Níjar, cuando de repente le salió "como un granito": "Fui al médico y creía que era un bulto de grasa. Era un sarcoma de los tejidos blandos. Aquello creció mucho en un mes, se puso morado y en un entrenamiento con la Selección de Andalucía recibí un golpe. Entonces se puso de color rojo y empezó a dolerme mucho. Al día siguiente me operaron de urgencia y al extirparlo comprobaron que era un tumor cancerígeno".

Aquel lance fortuito le salvó la vida: "Me dijeron que de no haberse dado todo tan rápido habría perdido el brazo. De hecho, tuve suerte de que se manifestó hacia fuera, si lo hubiese hecho hacia dentro, al ser un cuerpo joven, yo habría durado muy poco. Después de tres tratamientos, porque se me reprodujo, hubo un doctor que llegó a decirle a mi madre que no podían hacer nada por mí".

Anita sonríe. Su equipo, el Jimbee Roldán, al que llegó en el verano de 2014 procedente del Vícar, viene de ganar en Ferrol (3-6). Rememora que aquel episodio duró mucho más. "Dos meses después del primer tratamiento volvió a reproducirse. Fueron tres años en total hasta que me extirparon los ganglios de la axila y limpiaron todo. Aquello me dejó una minusvalía del 35% porque no puedo levantar el brazo". Pero, lejos de frenar su carrera, la impulsó: "Realmente nunca dejé de jugar, pese a sentirme a un nivel inferior. Siempre quise hacer deporte, me servía para evadirme del tratamiento. No siempre el cuerpo acompañaba. He llegado a División de Honor y quiero demostrar a la gente que a pesar de todo se pueden cumplir tus sueños. ¿La Selección española? Queda muy lejos, tengo los pies en el suelo y disfruto de las cosas conforme llegan. Soy feliz en el Jimbee Roldán".

Compatibilizar fútbol sala y el tratamiento contra el cáncer tiene daños colaterales, especialmente si hablamos de una chica que por entonces apenas superaba la mayoría de edad. "Cuando me pusieron el tratamiento me quedé sin pelo. Utilicé una peluca, no me gustaba la idea del pañuelo porque al ser joven la gente me miraba. Y aunque sea sin mala intención es incómodo. Una vez, mientras jugaba, se me cayó la peluca en pleno partido. El tema del pelo es lo que peor llevaba", recuerda casi de forma anecdótica.

El pasado ha sido durísimo, pero el presente es rosa, el color que simboliza la lucha contra el cáncer de mama y que tiene en este lunes 19 de octubre su día conmemorativo. Anita ríe, porque su vida es totalmente normal: "Cuando tienes la esperanza de superar algo como el cáncer no te puedes rendir ni dejar escapar oportunidades. Al revés, te hace crecer como persona. No ponerse límites es lo que te hace seguir adelante. Me saqué la Licenciatura en ADE. Ahora, mientras juego al fútbol sala también estudio inglés".

En el ámbito social agradece haber tenido "siempre el apoyo de todo el mundo": "Mis amigos y familiares me lo pusieron fácil. Mi vida es normal, tengo pareja desde hace tres años y después de superar el cáncer, pese a tener revisiones anuales, vivo otra oportunidad". El próximo sábado, su club, el Jimbee Roldán, organiza una jornada en colaboración con la Asociación Española Contra el Cáncer, que culminará con el partido de Liga ante Rioja en el Pabellón Gabriel Pérez de la pedanía pachequera. El rosa será protagonista, se venderán camisetas conmemorativas y Anita lo vivirá como una más. Ya venció al cáncer, ahora su próximo triunfo está en la pista cada fin de semana.