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Los jugadores de college deben tener un sindicato

El Consejo Nacional de Relaciones Laborales de Estados Unidos denegó el pasado agosto de forma unánime una petición de los jugadores de la Universidad de Northwestern que buscaba que fueran legalmente declarados “trabajadores” con el fin de poder sindicarse. El NLRB (siglas en inglés) es como un árbitro de los conflictos laborales y oficialmente es una agencia independiente del gobierno de los Estados Unidos, sin embargo a efectos prácticos tiene poca autonomía porque depende del Senado. La decisión de denegar la petición no es una gran sorpresa, pero sí en las formas, ya que el Consejo no ha dicho que los argumentos de los jugadores no sean válidos sino que ellos no tienen jurisdicción en el caso. ¿Entonces quién la tiene en todo Estados Unidos?

Para hacer un sindicato, los jugadores de football universitario deben primero ser declarados “trabajadores”, algo que el NLRB regional de Chicago aprobó bajo esta definición: “trabajador es aquel que desarrolla servicios bajo un contrato de contratación, sujeto al control de otro o derecho de control”. Ello describe bien a los jugadores, quienes reciben becas, alojamiento, educación, consejo y siguen una lista de reglas especiales a cambio de su explotación en el campo o, lo que es lo mismo, un trabajo a tiempo completo. Por no hablar que, por ejemplo, el programa de football de Northwestern produjo $235 millones en ingresos de2003 a 2012.

Todo suena a una lavada de manos ante un caso que tiene sólida argumentación. Primero, la NLRBdijo que no tiene jurisdicción en el tema para “promover la estabilidad en las relaciones laborales”. Segundo, soplaron rumores desde el Congreso, controlado por los republicanos (siempre más amigos del patrón que del trabajador) de vetar cualquier propuesta que considerara a los atletas universitarios como “trabajadores”. Tercero, que exista un sindicato de atletas universitarios significaría que estos tendrían el poder de hacer demandas, como por ejemplo pedir reducir las horas de entrenamiento, algo que pondría en desventaja a los atletas sindicados respecto a los que no. Y cuarto, universidades como Ohio y Michigan han visto venir esta tendencia sindical y han creado legislación interna reforzando el concepto de “estudiante-atleta” en detrimento de la categoría “trabajador”.

La NCAA y la universidades tiene un poder tremendo, prácticamente absoluto; los atletas mínimo. “Ahora mismo, la NCAA es como una dictadura. Nadie nos representa a los jugadores en las negociaciones”, comentó el ex quarterback de Northwestern, Kain Colter, líder en esta lucha sindical. Además, los atletas no tienen una protección física, académica y financiera al carecer de sindicato, y mientras tanto generan millones y millones de dólares a los programas deportivos de su universidad.

La NCAA respondió: “los atletas-estudiantes no son trabajadores, y su participación en los deportes universitarios es voluntaria”. La Universidad de Northwestern directamente amenazó e intimidó si esta propuesta seguía adelante. Por un lado con la propaganda del miedo de que la sindicación supondría reducir sensiblemente los presupuestos de los programas, todo ello articulado a través de los entrenadores como el de football, Pat Fitzgerald, quien dijo a sus jugadores: “comprended que votar a favor de tener un sindicato significaría trasladar vuestra confianza en aquellos que conocéis, yo, vuestros entrenadores, a un tercero que cuyo objetivo no es el interés del equipo”. Por otro lado, con “sobornos”, ya que los jugadores del programa de football recibieron iPads el primer día de entrenamiento y les montaron una fiesta en una bolera.

Sea como fuere, aunque la NCAAha ganado una batalla para consolidar su poder, la lucha sindical de los atletas universitarios sienta un importante precedente. Sobre todo porque hay varios agujeros en la legislación en la que se amparan la National Collegiate Athletic Association y las universidades. Los objetivos de los atletas pasan por conseguir ser reconocidos como “trabajadores”, posteriormente formar un sindicato que pueda ayudarles médica, académica y financieramente, además de tener voz y voto en las decisiones deportivas de la NCAA, y, por último y más lejano, conseguir recibir un salario por el trabajo que hacen en el campo.