La magia de Jake Arrieta funciona también en octubre
La enésima actuación dominante del pitcher de Chicago clasifica a su club para disputar las Series de División frente a St. Louis Cardinals.
Si hablamos de octubre, el mes de los playoffs en la MLB, es muy probable que se nos vengan a la cabeza distintas figuras que hablan de dominación sobre la lomita y que nos hacen pensar en las distintas leyendas que han ido escribiendo su nombre con letras de oro. Hablamos de Koufax, Hershiser, Smoltz, Beckett, Schilling, Johnson o mucho más reciente, Madison Bumgarner.
Puede que sea momento de empezar a reservar el hueco destinado a Jake Arrieta.
El maravilloso lanzador de los Chicago Cubs alcanzó el estatus de leyenda de este deporte tras su enésima actuación sobre el montículo en el partido de wild card que enfrentó a su equipo con los Pittsburgh Pirates, completando el encuentro en la victoria por 4-0 y con unas sensaciones que si no se asemejan a la imbatibilidad absoluta, se le parece mucho.
En los días previos al encuentro se empezó a generar un maravilloso runrún que siempre va asociado a los duelos de gran empaque y no vayamos a engañarnos, este envite entre Jake Arrieta y Gerrit Cole es el material que da origen a las leyendas. Tal como ocurría en la victoria de los Astros sobre los Yankees, los dos clubes pudieron alinear a sus mejores bazas sobre el montículo pero tendría que remontarme bastantes años para encontrar un duelo que me diera tantas buenas vibraciones como el de Arrieta contra Cole.
En una esquina teníamos a un Jake Arrieta que sólo ha liderado la competición con esos 22 triunfos, una efectividad de 1.77 y alguien que sólo ha permitido cuatro carreras desde el 1 de agosto (0.48 ERA).
En la otra, estaba Gerrit Cole, uno de los ases en ascenso de este deporte y llamado a hacer grandes cosas desde que fue el primer jugador escogido en el draft del 2011, alguien que logró 19 triunfos durante la campaña regular y que esperaba ser el antídoto a Jake Arrieta.
Tras la actuación de los dos primeros bateadores del partido, Dexter Fowler y Kyle Schwarber, los Cubs ya iban ganando y anularon el belicoso ambiente que se respiraba en el PNC Park. El equipo de Joe Maddon ya tenía a los Pirates donde deseaban, en el retrovisor.
Al igual que ocurrió con Dallas Keuchel en el partido contra los Yankees, una carrera a favor de Arrieta parece una barrera inabordable para cualquiera que tenga que enfrentarse a un pitcher en estado de gracia y que parece destinado a llevar muy, muy lejos a los Cubs.
Pero como nunca viene mal tener un colchón extra, tanto Kyle Schwarber como Dexter Fowler se encargaron de poner más tierra de por medio con sendos home runs. En un club que cuenta con pegadores como Kris Bryant o Anthony Rizzo, fueron los dos primeros quienes generaron todo el ataque a favor de Arrieta y dice mucho de la profundidad del turno de bateo.
Lo más curioso es que en esta ocasión no estuvo tan extraordinario Jake Arrieta como le hemos visto en otras ocasiones. Para este partido, la defensa le prestó una ayuda inestimable, sobre todo gracias a esas dobles eliminaciones iniciadas por Addison Russell en la sexta con las bases llenas y la de Bryant en la séptima.
A pesar del momento tenso ocurrido tras el HBP intencionado contra Arrieta, ni siquiera eso le trastocó el ritmo del pitcher que hizo bueno el comentario de Maddon antes del partido sobre el número de lanzamientos a los que estaría limitado, es decir, el infinito.
El diestro de los Cubs terminó lo que empezó en un partido que empieza a dar rienda suelta a las ilusiones de la sufrida afición de los Cachorros. El siguiente obstáculo será el mejor equipo de toda la temporada regular, unos Cards que ya conocen íntimamente a los Cubs, que son algo más que Arrieta como demuestra el hecho de que su rotación ha concedido sólo dos carreras en las últimas 60 entradas y un tercio (nueve partidos).
La mala noticia es que Arrieta no va a estar disponible hasta el tercer partido pero los Cubs no tienen miedo a nada ni a nadie, algo que le deben a Joe Maddon que ha eliminado esa superioridad moral que parece inherente a los Cardinals y es que este grupo es perfectamente capaz de hacer algo muy, muy grande.