El secreto de la poción mágica de los Patriots es el botillo
Igual que sucede con el cerdo, los de Belichick aprovechan todo de cada partido, sin desechar un segundo aunque el choque esté decidido desde el descanso.
Los Patriots encuentran utilidad a cada snap de cada partido que juegan, como si estuvieran en la matanza de un gorrino. Lo aprovechan todo. Incluso consiguen sacarle partido al último desecho, como si fuera un botillo de football americano. Esos restos que no quiere nadie, que no sabes que hacer con ellos, adobados con pimentón y ajo, metidos a presión en lo peor de la tripa, y ahumados.
El botillo en su origen era lo peor del cerdo, regalado a los más necesitados tras terminar la matanza, que lo condimentaban y lo embutían en un desecho de intestino. El mejunje se metía en el puchero, con unos garbanzos, y al menos servía para dar sustancia y guarnición a las legumbres. Con el tiempo, el invento se fue sofisticando, dejó de ser el resto que nadie quería, y que se daba casi como limosna, y se fue rellenando de partes más jugosas hasta convertirlo en un embutido que muchos consideran ahora una delicatessen, y más después de que un maestro de periodistas cantara incansable sus virtudes.
De niño odiaba el botillo. Lleno de huesos, carne magra y restos indescifrables. Con un fuerte sabor a condimentos y trocitos que se blindaban entre los dientes, resistiéndose a salir. Con los años me han invitado a comerlo varias veces, para convencerme de que estaba equivocado. Pero lo que he saboreado en esos casos no es el viejo botillo. Es algo nuevo. Mucho mas sabroso, pero reconvertido en nuevo rico y desprovisto de sus orígenes humildes. Otra cosa.
En 2011, con la firma del nuevo convenio de la NFL, se redujo drásticamente el número de entrenamientos con contacto. Los 50 de pretemporada se quedaron en la mitad. Y en toda la temporada regular, solo 14 en las 17 jornadas, con uno por semana en las 11 primeras. Lo importante era la seguridad y reducir las lesiones. Los entrenadores estaban que trinaban, pero tuvieron que conformarse, por el presunto bien de la NFL y la salud de sus jugadores.
Cuatro años después, las lesiones no parecen haber desaparecido. Ni en pretemporada ni durante la competición. Sin embargo, sí que parece que los equipos están echando de menos esos entrenamientos con contacto. Solo hace falta sentarse a ver algunos duelos, y descubrir unos errores de compenetración entre los jugadores que solo se pueden achacar a la falta de trabajo.
El domingo pasado, los Patriots se enfrentaron a los Jaguars y tenían el partido decidido en el descanso. Entonces es cuando suele llegar el momento antibotillo. Cuando parece que ambos entrenadores se miran de lado a lado del campo, se hacen un gesto cómplice, se guiñan un ojo y deciden dejarse llevar hasta el final. El resto de partido a la basura. Que las lesiones graves son aún peores que una derrota, la temporada no es muy larga pero lo parece, pelillos a la mar y todos contentos. Y no merece la pena partirse la cara si detrás del cardenal no hay premio. Al final, el paripé culmina con unos drives vergonzantes en los que ni siquiera juegan los titulares, mientras la gente se marcha a sus casas de forma escalonada y los televidentes hace mucho que cambiaron de objetivo en el Game Pass.
Pero los Patriots adoran el botillo. Y no desde la firma del último convenio, sino desde mucho antes. Y cuando tienen un partido ganado, o perdido, que en esos raros días también mantienen la coherencia, siguen jugando con todos los titulares convirtiendo el encuentro en un entrenamiento extra con contacto. Embutiendo huesos, carne magra y lo que haga falta.
Lo pudimos ver el último domingo frente a Jacksonville. El resultado era monstruoso desde mediado el partido, la diferencia entre ambos abismal, pero la intensidad no decayó. El staff aprovechó para mejorar coordinación, entrenar jugadas, ejecución, intensidad, profesionalidad… football.
En 2007 se alzaron muchas voces criticando a los Patriots, que en su temporada perfecta no levantaban el pie cuando estaban humillando a sus rivales. Incluso algunos entrenadores rivales lo consideraron una falta de cortesía, un insulto. Saltarse una regla no escrita de camaradería. Entonces, como ahora, consideré aquella actitud una muestra de respeto hacia el público, que paga la entrada íntegra para ver un partido entero jugado con toda la intensidad. Pero además, siempre he tenido claro que Belichick, con su “Do your Job” en la cabeza, ha querido aprovechar cada snap de cada partido para sacar lecciones, encontrar soluciones y hacer mejor a su equipo. Aunque por el camino hayan tenido que pagar un alto precio, como aquella jugada de equipos especiales con todo decidido, en la que perdieron a Gronkowski para toda la temporada y, por el camino se dejaron un anillo de campeones.
En la NFL los entrenamientos de contacto están racionados, pero solo los mejores equipos encuentran la manera de sustituirlos con imaginación y profesionalidad. Luego nos gusta buscar motivos sobrenaturales, enredos y maquinaciones, para explicar las victorias. Quizá sea más sencillo achacar el éxito al trabajo… y a una buena dieta de botillo.