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EL JARDÍN DE ATRÁS

El Síndrome Belichick Postraumático

¿Por qué la NFL odia y teme tanto al entrenador de los Patriots? El lobby del miedo lleva funcionando desde 2004 cambiando reglas, pero él siempre prueba ser el más listo.

Bill Belichick, icono de los Patriots.
Christian PetersenGetty Images/AFP

Día 18 de enero de 2004. Gillette Stadium, Foxborough, Massachusetts. Campeonato de la AFC entre New England Patriots e Indianapolis Colts. La defensa de New England intercepta cuatro veces a Peyton Manning (3 por Ty Law), hace 4 sacks (tres por Jarvis Green), fuerza y recupera un fumble y provoca un safety. A cero grados centígrados y con nieve intermitente sobre el noreste, un ataque que no había chutado un punt en todos los Playoffs queda congelado.

Al día siguiente, la comidilla mediática estaba servida. Para algunos jugadores de Indianapolis (entre ellos Manning) y su general manager, Bill Polian, las razones de la derrota pasaban porque los árbitros no habían sido rigurosos con los contactos ilegales, pass interference y holding defensivos de la secundaria de los Patriots sobre los receptores de los Colts. El menú se aderezaba por las mismas quejas de los Philadelphia Eagles tras la derrota en la otra final de conferencia ante los Carolina Panthers.

Ocho semanas después, Bill Belichick y Marty Hurner, general manager de los Panthers, estaban sentados en la sala de conferencias del hotel The Breakers de Palm Beach, Florida, sin dar crédito a lo que oían: la NFL ordenaba a sus árbitros ser más estrictos en los pass interference y contactos ilegales defensivos. El lobby, impulsado por Polian, elaboró un recomendación a través de un subcomité de entrenadores que lo formaban, entre otros, Tony Dungy, head coach de los Colts, y Mike Martz, head coach Rams, quien también levantó la voz sobre el juego físico de la secundaria de los Pats tras la derrota en la Super Bowl dos años antes.

Día 16 de enero de 2005. Gillette Stadium, Foxborough, Massachusetts. Playoffs divisionales de la AFC entre New England Patriots e Indianapolis Colts. En medio de una tormenta de nieve, los Patriots pulverizaron de nuevo 363 días después al mejor ataque de la NFL forzando tres turnovers y dejándoles en 276 yardas ofensivas y 3 puntos. La nueva regla impulsada en aquella reunión de propietarios de marzo no cambió nada. Teddy Bruschi quiso hacerlo saber ante la televisión nacional: “¿Queréis cambiar las reglas? Cambiadlas. Seguimos jugando. Y ganando. Eso es lo que hacemos”, voceó. Tres semanas después, los Patriots ganaban su tercera Super Bowl en cuatro años.

Aquello fue el comienzo. El comienzo de lo que se conoce como el Síndrome Belichick Postraumático de la NFL. El comienzo de la obviedad que la liga odia y, sobre todo, teme a Bill Belichick. El comienzo de algo que continúa hoy como demuestran los últimos cambios de reglas concisamente criticados por Mariano Tovar. Se han hecho otros cambios de reglas directamente dirigidos a parar a Belichick, pero en ninguno el lobby del miedo se ha despreocupado tanto por las apariencias como el de 2004 descrito y el que se acaba de producir.

¿Por qué le odian y le temen?: No tiene cara de simpático, no lanza la típica broma americana en rueda de prensa, no se fuerza a caer bien entre la NFL para que en las reuniones de propietarios se tome una u otra decisión. Él ve su trabajo únicamente por la ventana de ganar partidos. Gana a todos. Es más listo que todos. Trabaja más que todos. Él simplemente hace su trabajo (“do your job” es lo que le repite a su equipo) como el fiel séquito de jugadores que tiene detrás. “Haría lo que fuera por ti, entrenador”, le dijo Julian Edelman en el podio tras la victoria en la Super Bowl.

Es irónico como el cambio de reglas en 2004 acabó volviéndose en contra de la mayoría de la NFL: tres años después, Tom Brady destrozó todas las secundarias de la liga y, probablemente, no faltaron ayudas de contactos ilegales y pass interference rigurosos. Es irónico también oír como argumento a favor de esta modificación del reglamento que causa muchos problemas a los entrenadores, cuando los entrenadores reciben un cheque con varios ceros a final de mes por trabajar y ser más listos que sus oponentes, no por pensar menos.

Belichick encontrará otra forma creativa de poner el juego al límite. Lo que tengo seguro es que si los Ravens hubieran puesto en práctica esas formaciones creativas, la regla no habría recibido la mínima discusión. Temer a Belichick solo le hace más fuerte.