Drew Brees no puede ser parte de la reconstrucción de los Saints
Hay un dato terrorífico que define a los actuales New Orleans Saints: han perdido seis partidos consecutivos en su propio estadio, en el Superdome. El edificio es un emblema de la ciudad. Desde luego, eso no lo va a perder porque los motivos son de un calado que supera, con mucho, nada que tenga que ver con el football; fue el lugar donde muchos de los vecinos de la urbe salvaron su vida durante el trágico huracán Katrina. Pero, desde un punto de vista estrictamente de los Saints, el estadio se convirtió, desde entonces, en un fortín. La afición estaba conjurada, el volumen era insoportable y el equipo era intratable en casa. Los viejos buenos tiempos.
Todo eso es pasado. El equipo se ha venido abajo en los estertores de la época gloriosa que les llevó a ganar una Super Bowl y, con ellos, la mística de su terreno de juego. En ese contexto, la victoria de ayer de los Tampa Bay Buccaneers, lució como un epitafio y sonó como la colocación de una lápida. Seis partido seguidos, quien lo iba a decir. La última vez que los Saints ganaron en casa fue el 26 de octubre del pasado año contra los Green Bay Packers, mira tú.
Es por eso que esta offseason fue dominada en New Orleans por una palabra: reconstrucción. Mickey Loomis, el manager general, y Sean Payton, el entrenador jefe, decidieron que el barco no iba a ninguna parte y cambiaron de rumbo. Eso sólo sucede en la NFL cuando hay que empezar de nuevo a construir un aspirante. A nadie entra en la cabeza que se puedan socavar los cimientos de una franquicia "en el aire", es decir, sin tocar la parte baja de la clasificación.
Por eso tomaron primero una decisión estratégica, después una táctica, pero se dejaron sin ejecutar la parte física para que su plan quedase claro.
Lo que hicieron fue sentarse y decidir que se había acabado la era de Drew Brees. Así, como suena. Que lo de pasar en profundo siempre, lo de ser un ataque aéreo de campanillas, no era sostenible sin su viejo líder. La palabra viejo aquí no es un menosprecio ni un canto a la nostalgia: es que está magullado y con menos físico del de sus buenos años, y eso se nota un montón en su juego. De ahí que se entienda la nueva dirección estratégica de la franquicia.
Para llevar a cabo esta remodelación, cometieron la aparente locura de traspasar a Jimmy Graham, el tight end estrella de la época del happy pass. Lo hicieron para conseguir una primera ronda del draft y a Max Unger, center de los Seattle Seahawks que debería liderar la nueva línea ofensiva. En primera ronda, con su propia elección, reforzaron también la OL y con la de los Seahawks un MLB para el centro de la defensa. No más ataque aéreo, parecen decir. Es más, en tercera ronda escogieron al QB Garrett Grayson de Colorado State y fuentes cercanas a la franquicia hablaron de heredero in pectore de Brees. Tácticamente se prepararon para ser los nuevos Saints.
Pero, por desgracia para todos, se olvidaron de la parte final, de la decisión más dura pero también más justa y necesaria: decir adiós a Drew Brees.
No penséis que el legendario QB está acabado. El año pasado acabó la temporada a un buen nivel. Lo que pasa es que ya no le llega para ser élite y, lo que es peor, no tiene sentido estratégico en un equipo en reconstrucción que quiere correr y defender.
La presencia de Brees lastra el nuevo proyecto. Si lo hubiesen traspasado (novias iban a tener como para montar un harén) nadie les pediría ganar este año. Nadie. Y podrían asentar la franquicia y prepararla para el futuro. Además, él podría disfrutar de sus últimos años ¿quién sabe? en algún equipo más excitante y que aprovechase mejor sus cualidades.
La nostalgia no suele ser buena para los negocios. Drew Brees no pinta nada en estos Saints. Lo sabe la franquicia y lo sabe el jugador. El camino emprendido es sin él, y su presencia sólo se explica por la cobardía de no tener que afrontar las consecuencias de penar con un triste record por la liga mientras Drew iba ganando partidos vaya usted a saber dónde. Pero ahora están atados en una temporada que pinta lastimosa. 0-2 ya. Y perdiendo en casa de nuevo, en ese estadio donde antes era impensable.