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ANTIDOPAJE | CURSOS AEPSAD

“Me agarraron del cuello y me dijeron que no abriera la boca”

El remero rumano Andrei Banica relató en Santander su escalofriante experiencia por no querer someterse a un plan de dopaje en el club Urdaibai.

Andrei Banica, en el centro.

El remero Andrei Banica conmocionó a la audiencia con un escalofriante relato durante la segunda y última jornada del Curso de la Agencia Española Antidopaje (la AEPSAD), en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en Santander. El rumano contó las presiones, amenazas e incluso agresiones que sufrió por no quererse someter a un plan de dopaje durante su permanencia en el club Urdaibai.

“Siempre que revivo aquel encontronazo, aquella experiencia que tuve con el mundo del dopaje, me pongo nervioso y me dan náuseas. Sufrí un trauma para toda la vida”, dijo Banica, que llegó en 2003 a la liga de traineras con un buen currículo como remero: participante en siete Mundiales (ganó tres) y en dos Juegos Olímpicos. Y con estudios de educación física. Aquí agrandó su historial con cinco ligas y con tres títulos en la Concha. Era un deportista curtido y laureado.

Banica hace su narración sin citar nombres propios, porque el caso todavía está en los tribunales: “Conviví con presidentes que compraban productos dopantes, con médicos que falsificaban recetas, con entrenadores que eran encantadores de serpientes que te daban tratamientos diciendo que eran métodos innovadores e imprescindibles, que teníamos que estar orgullosos de hacer lo que todo el mundo hacía”.

“Aquel año teníamos un potencial humano fuera de serie para haber cumplido los objetivos”, continúa el remero rumano. “Pero vino un nuevo presidente que venía mal de otros deportes y quería demostrar algo al mundo. Fichó a un entrenador con mucho dinero, que era un mandamás con nuevos métodos y prácticas. Nos cambió hasta la remada, que no nos vino muy bien porque comenzamos cuartos, quintos, sextos…”

Y entonces entró en liza el dopaje: “No sé si por el presidente o por el patrocinador, pero se echó mano de prácticas que nunca había visto. Se despidió al médico y se trajo a otro de quien no se nos decía ni el nombre, porque decían que el nombre era lo de menos. Luego supimos que tenía una trayectoria en el dopaje. Entonces nos hablaron en las reuniones de tratamientos individualizados, empezamos a ver circular cajas, cajas y cajas de productos. Y nos invitaron a ello. A mí me lo ponen y me empiezo a sentir muy mal. Me tengo que ir al hospital, pero luego me explican que eso sucede porque fue la primera vez”.

Banica decidió en ese momento no repetir con el tratamiento, no someterse al dopaje:Le digo al entrenador que tengo miedo por mi salud, que yo llevo más de veinte años en el remo y no me hace falta. Entonces me contesta que no me ve comprometido con el trabajo, que me va a apartar. Empieza a sembrar el miedo, prohíbe a mis compañeros a hablar conmigo. Fue un calvario. Decido contárselo al presidente y me pide que recapacite, que acepte los métodos. Le solicito la carta de libertad, pero no me la da. Me amenaza, me dice que me va a hundir. Paso a ser suplente. Cada vez que me niego, se me deja en ridículo. Me llaman perdedor, me echan de las reuniones…”

Así llegó un capítulo “durísimo” para el remero: “Durante una reunión digo que eso parece más un hospital que un club. Entonces me cogen del pecho, me agarran por el cuello, me retuercen el brazo… Nunca pensé que en el deporte se pudiera vivir algo así. El entrenador se puso a dos centímetros de mí y me dijo: ‘¿Ves lo que va a pasar si abres la boca? Aquí no ha ocurrido nada”.

El rumano acudió a un abogado, que le aconsejó “dejar de ir al club”. Lo hizo, pero la pesadilla no terminó para él: “Recibía llamadas de día y de noche. Me llamaban por teléfono a las tres de la mañana. Lo cogía mi mujer y la amenazaban. Le decían que le iba a pasar algo a mi hijo, que tenía un año. Cuando salía de casa tenía que mirar a derecha y a izquierda. Me ha quedado el trauma”.

Banica sigue remando actualmente: “La experiencia me ha hecho más fuerte y más preparado, aunque también me siento avergonzado por aquello”. Y se ha reafirmado en la idea: “Doparse no es digno. No importa ganar, sino cómo llegas”.