PELOTA - CUATRO Y MEDIO
Segundo triplete de Irujo, que entra en la historia
Venció en Bilbao a base de una velocidad endiablada y logra de nuevo los tres grandes en un año. Aimar, fallón, estaba sin sitio, como en todo el campeonato.
La final de los titanes de la pelota moderna apenas tuvo brillo. Pero la intensidad no se la quita nadie. Y todo porque Olaizola II, el rey absoluto de la distancia, estaba esta vez incómodo, indeciso, apagado.
Irujo dio el primer estirón (7-2) a base de imprimir una velocidad endiablada a la pelota, de mandarla a los pies de su rival. El goizuetarra dudaba si dar un paso hacia el frontis o esperar el bote y en esa duda, el cuero le atropellaba. Se tiró al inicio de esa bola marrón que sembró cierta polémica.
Lanzó el becadero dos paredes, que no es su fuerte, de puro desesperado y se dedicó a defender casi todo el rato. Se ponía a bote corrido y la volea enemiga le dañó mucho. Así, a medio ritmo, ante otros rivales le valía, pero ante Irujo, no. Tartamudeaba como nunca para llevar a buena los latigazos del colorado y el marcador se le empezó a hacer un Tourmalet con el 9-4.
Un clásico no se resuelve sin una reacción briosa del que lleva camino de perder. Hubo cuatro tacadas. Aimar encontró ahí una que le hizo ver la luz. Halló el mayor momento de lucidez para hacer lo más difícil e igualar a nueve.Parecía el punto de inflexión. Pero Irujo sacó su genio y sus poderes: “Yo soy el campeón del Parejas y el Manomanista", pareció decir. Abrochó un parcial de 11-1 que dejó el partido visto para sentencia.
Dio enorme velocidad y rompió el ritmo de la calculadora de Goizueta con un par de saques al ancho que le hicieron mucho daño. Pero estos dos campeones de leyenda son humanos. Con 20-10, un saque sin veneno del delantero de Aspe otorgó a Aimar la última oportunidad, que aprovechó para acercarse hasta el 20-14.
Le tembló el pulso al iberoarra, estaba medroso viendo que su oponente se rehacía, pero cometió errores tontos, muchos más que el de rojo. El noveno fallo azul abrió primera ocasión para Irujo de liquidar el duelo. Otra jugada inicial con poca intención resucitó a Olaizola, que resistió hasta el final y obligó al nuevo campeón a trabajarse el último tanto. Con el 22, se sacó un peso de encima.
Los 3.000 espectadores del Bizkaia vibraron y vieron desplomarse a un Irujo aliviado, que luego se fue a abrazar a su familia. Ya tiene 13 txapelas, las mismas que Aimar. Y dos tripletes de grandes títulos, el único en la historia de la pelota.