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GOLF | US OPEN

De un doble trasplante a segundo en el US Open

Erik Compton (Miami, 1979), de origen noruego, tiene cardiopatía viral y ha sufrido dos trasplantes de corazón. “Creo que he dejado mi marca en el golf”, dice.

SUPERACIÓN. Erik Compton celebra un golpe en el US Open.
AFP

Más allá del apabullante -9 del alemán Martin Kaymer en el US Open, sólo dos hombres bajaron el par del recorrido número dos de Pinehurst (-1). Ambos compartieron el segundo puesto. Uno fue Rickie Fowler y el otro Erik Compton, estadounidense de origen noruego tras el que se oculta una increíble historia de superación, digna de película de Hollywood y que ha encandilado a los aficionados estadounidenses.

A los 34 años, el de Miami se ha sometido a dos trasplantes de corazón debido a una cardiopatía viral, que le atormenta desde niño. La enfermedad, que provoca un bombeo de sangre insuficiente, le fue diagnosticada a los nueve años, y sufrió la primera intervención quirúrgica con 12. Pudo jugar al golf, su gran pasión, fue número uno amateur en EE UU y estrella universitaria. Hasta los 28, cuando padeció un fuerte ataque, que lo dejó al borde de la muerte. Él mismo condujo el coche al hospital mientras llamaba a sus familiares para despedirse. El corazón había cedido.

Segunda operación. Pero los médicos lo aguantaron con vida el tiempo suficiente para implantar en el lado izquierdo de su pecho el músculo vital de Isaac Klosterman, un jugador de voleibol de 26 años, fallecido en accidente de moto. “Creíamos que ya no volvería jugar al golf, pero Erik es más fuerte que el infierno”, contó Jim McLean, su antiguo entrenador y uno de sus mejores amigos.

Y volvió a los campos con un lema: “Cuando tienes problemas de salud hay días en los que estás muy mal, pero te tienes que levantar y mover el cuerpo”. Erik venció en un torneo del Web.com (segunda división americana) y se ganó la tarjeta del PGA Tour en 2012 jugando más de una veintena de torneos hasta que accedió a este US Open tras ganarse un puesto en la previa. “Hace unos años creí que nunca podría salir de casa y mucho menos disputar un major. Ahora soy segundo del US Open”, resumió emocionado al ver su móvil desbordado de mensajes: “Fui capaz de mostrar a la gente y a mí mismo que puedo seguir y enfrentarme al calor y la presión”.

En el campo también se sintió “especial”. “Desde el putting green al tee de salida la gente brindaba por mí y me transmitía su apoyo. Ha sido muy emocionante ver cómo la gente conocía mi historia. Me sentí como si hubiese ganado”, contó.

El infierno de Compton no ha terminado porque se estima que el corazón actual se apague en unos años (una decena), con el plus de que la sanidad americana no costea un tercer trasplante. Pero no piensa en ello, sino en su momento dulce: “Me he puesto en el mapa. Si nunca más vuelvo a jugar, ya he dejado mi marca”.

Sueño. Erik ya tiene plaza para el US Open de 2015 y para uno de sus sueños: el Masters de Augusta. “La alegría ha sido más grande cuando me enteré de que lo jugaría”. El selecto club de Georgia le dio el premio Ben Hogan, que reconoce a los deportistas con problemas de salud. Ahora Erik volverá a Augusta, pero esta vez a por la Chaqueta Verde, para que su historia de Hollywood sea una superproducción.