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Ha escrito una novela sobre el tema

Maribel Medina: "Al deportista se le está empujando al dopaje"

Su marido, el exatleta Andrés Martínez Modrego, le habló hace cuatro años de las prácticas de dopaje en el deporte. Medina se indignó tanto que se puso a investigar...

Marina Medina, autora de "Sangre de barro".
RAFA APARICIODIARIO AS

Hace diez días publicamos en AS una entrevista con Mariano Haro y estaba leyendo su libro ‘Sangre de barro’, igual que otros muchos deportistas.

—Lo vi. Estoy encantada y sorprendida. Lleva poco en el mercado, pero se mueve por las redes sociales y el boca a boca…

—Usted está casada con un atleta de los años noventa, Andrés Martínez Modrego, 3:39 en 1.500 metros…

—Me insistió en poner las marcas. Me dijo: ‘Para que vean hasta dónde llegué sin dopaje’.

—¿Andrés es el inspirador de esta novela negra?

—Yo prefiero decir que es un libro de investigación, aunque novelado. Pensé en un ensayo, pero la novela me permitía llegar más al público. Mi sorpresa fue comprobar que no había ninguna en el mundo sobre dopaje.

—Ese puede ser el éxito, tomar una realidad dura como el dopaje y novelarla.

—Una realidad que ignoraba totalmente. Yo ya conocí a Andrés como bombero. Veía las medallas en casa, pero él no hablaba del pasado. Y de repente una noche, hace cuatro años, comienza y no calla. Y yo boquiabierta: ‘No me lo puedo creer, ¿qué me estás contando?’. Me sentí como Jesús Manzano, que comentaba que cuando te dicen que te tienes que dopar, es como cuando descubres que los Reyes Magos no existen.

—¿Nunca había oído hablar del dopaje en el deporte?

—Nunca… Y puedo asegurar que el ciudadano medio no tiene ni idea. Por eso la novela está sorprendiendo. He estado con personas a las que he comentado lo que estaba investigando, y una muy influyente me respondió: ‘Me gusta el tenis, el fútbol, el ciclismo. No quiero saber nada’. Y decidió disfrutar del deporte sin saber la realidad.

—Esa noche decidió escribir la novela. ¿Y cuál fue el siguiente paso?

—Yo no tenía ni idea de nada. Empiezo de cero, descubro que el deporte es una ciencia, cómo funciona un Centro de Alto Rendimiento… No podía ni dormir por la noche de la mala leche que se me puso. Y comienzo por el final, lo tengo claro y lo escribo. Y a partir de ahí me pongo con la ardua tarea de investigar. Tan pipiola…

—Hay mucha documentación en el libro: la Interpol, la AMA… ¿Dónde acude?

—Empiezo por mi entorno, por Navarra… Voy a la Fundación Indurain, hablo con otras personas importantes que no puedo nombrar… Les digo que quiero escribir una novela, que es ficción, pero la mayoría me dice ‘adiós’. Muchos me ayudaron, otros no. La Fundación me ayudó, también Andrés, que me contó cómo era el submundo del dopaje, todo lo que vio, y me explicó cómo se dopa un atleta. Ha sido también beneficioso el caso de Armstrong... Tiro de gente, de cosas publicadas...

—Cuando comienzan a aparecer atletas muertos, la novela recuerda mucho a los ciclistas holandeses fallecidos a finales de los ochenta por la EPO.

—Sí. Me lo comentó un periodista de la SER y yo exclamé: ‘¡Hala! ¡Y esto!’. Está cogido de ahí, sí… Me parecía una burrada que 16 muertos por EPO apenas hubieran transcendido.

—Eran los primeros momentos de la EPO, cuando todavía no se controlaban bien las dosis y se morían durmiendo.

—Sí… El informe Donati también es demoledor. Y, por ejemplo, estuve en la Interpol en Lyon y me asombró lo que me contaban respecto a España, de la nula colaboración que encontraban para investigar aquí…

—Creo que eso ha cambiado.

—Quizá en los últimos años, no antes… Aun así mire qué ha pasado con Pentinel. ¡Y lo de Marta Domínguez! ¿Qué es eso de que el presidente del COE presiona, de que el presidente de la Federación presiona…? Tengo atravesado a Odriozola. Escucho sus declaraciones y defiende a Marta siempre, no hay una sola entrevista donde no lo haga, donde diga: ‘Quizá se ha dopado, vamos a investigar’. ¿Cómo puede defenderla? Si la Federación Internacional le enseña el pasaporte biológico y le dice: ‘Mire, se ha dopado’. Pues eso...

—Y sanción de cuatro años.

—La sanción máxima y le quitas la medalla de Berlín.

—Se ha empapado usted tanto, que se indigna con estas resoluciones que hace cuatro años le eran ajenas.

—Veo a los deportistas, cómo luchan, cómo sufren, cómo viven los 365 días del año para lo que valen y para lo que han nacido, y que de buenas a primeras, si quieren progresar, tienen que drogarse. ¡Pero si te puedes morir…! Es tan bonito el deporte y que tengas que optar por eso… Pero no tiene solución.

—Un mánager de atletas dice en la novela frases como “donde hay dinero, no puede haber limpieza” o “el mercado se ha tragado el deporte”.

—Exactamente. La conversación que se reproduce es verídica. Mire cómo compiten las marcas, porque los deportistas son mercancías andantes. Yo te pago esto, ¿y si no ganas? A tu casa, porque no vales nada.

—En la novela comete también travesuras: aparece el doctor ‘Ferraris’, o una bolsa de sangre con el nombre de ‘Urco’.

—Es que si no, reviento… Son guiños para quien entiende. También sale Poche, que evidentemente es Roche. Empiezo a investigar y resulta que estos laboratorios fabrican más EPO que la que puede absorber el mercado. Está probado, Donati lo ha denunciado. ¿Dónde va eso? Al otro mercado. Por eso escribo Poche, que significa bolsillo. También tengo indicios de muchas cosas, sin llegar a ser pruebas, por eso los hago ficción.

—¿Esa es la razón por la que se lleva la trama a Suiza?

—La podía haber situado en Sierra Nevada, pero la prefería internacional. La pongo en Suiza, en altura. Conocía Les Diablerets, que es la tentación física y moral. Lo que me resultó más difícil fue no juzgar, cuento unos hechos…

—Pero al ser novela, se puede permitir más licencias.

—Y me las permito. Me invento unos Juegos en Rusia para hablar de dopaje de Estado.

—Sí... En la novela se afirma que en los países que organizan Juegos hay dopaje de Estado. ¿Eso incluye a España?

—Evidentemente, dejo la sombra de la sospecha. Creo que ahí empieza la Edad de Oro.

—Es la época de su marido.

—También de Fermín Cacho, Abel Antón, Martín Fiz… Y de médicos importantes.

—En esos años la EPO no se detectaba, pero ahora sí.

—Hablé con una persona de la AMA y me admitió que el dopaje es imposible de combatir. Me dijo: ‘Estamos sentados sobre un montón de positivos que descubriremos con los años’. Es lo que hablo del dopaje genético.

—Eso ya existe…

—Claro… Podemos hablar de alguna nadadora que nadó más rápido que un hombre. No se puede desenmascarar.

—Siempre surgen herramientas como el pasaporte biológico. Ya es más difícil morir por EPO.

—Pero el dopaje genético es tan peligroso o más. Es perfecto crear una musculatura sin entrenar, seleccionar las fibras lentas o rápidas en un laboratorio. ¡Cómo se progresa!

—En las últimas Jornadas de Dopaje en España, un doctor en genética dijo que sí podría detectarse ese dopaje.

—Claro. A mí me dicen que con una biopsia. A ver quién acepta. Estamos hablando de métodos que están todavía en investigación, pero que se usan en el deporte, que ya salieron en un caso de 2006, cuando resulta que aún está con los ratones.

—Otro peligro es la clonación de productos en laboratorios.

—Estamos hablando de dinero... La Interpol me contó que en una sola redada cerraron 15.000 farmacias.

—Hay mafias que han cambiado las drogas por las sustancias dopantes, un negocio con menos riesgo y más rentable.

—Lo pongo en el libro, el dopaje mueve más que la cocaína. No te meten en la cárcel, porque las penas son de seis meses a dos años, y ganas una pasta. Un chollo. Ahora hay un boom de los runners: te calzas unas zapatillas porque es barato. Y en esta investigación es lo que más me ha preocupado, al deportista amateur se le va la olla.

—Cuente...

—Hice una encuesta en la Behobia-San Sebastián, le pregunté a la gente si había tomado algo y por qué, y eran asombrosas las razones que me daban. Sobre todo ‘por batirme a mí mismo’, pero también porque ‘el lunes voy a la oficina y con esto me recupero muy bien’. No lo puedo entender.

—En las redadas contra el dopaje hay tres deportes asiduos: ciclismo, atletismo y remo.

—¿Y los demás por qué no salen? Ahí es donde entra el dopaje de Estado. Si gana un equipo nacional del deporte que sea, ¿alguien habla de otra cosa? Se olvida la miseria, la crisis, se deja de criticar al político. ¡Viva el deporte! ¿Por qué se va a querer atajar un problema que no se considera un problema?

—La imagen que España ha dado fuera en los últimos años sí ha preocupado a políticos.

—¿Pero realmente el pueblo español quiere que sus héroes no destaquen en ningún deporte? Porque si no nos dopamos, no se va a lograr nada. Si queremos eso, seremos los más limpios, pero en el puesto veinte.

—¿No cree en el deporte sin dopaje?

—No es que no crea, es que se ha montado así. Fíjese el deportista cómo se tiene que sentir, si para alcanzar a sus rivales tiene que llegar a 3:30. Tienes que doparte, porque si no, no vas. ¿Y qué hacemos entonces? ¿Lo legalizamos?

—Si fuera legal, estarías obligando a todos a doparse y a poner en riesgo su salud.

—Ya les están obligando…

—Quizá sea un ingenuo, pero creo que el deporte está más limpio ahora que en los 90.

—Si ves las marcas en atletismo, es verdad que han bajado muchísimo y que hay una corriente mínima que empuja a la limpieza. Para dentro de España, vale, pero no para competir fuera. ¿Cómo compaginar entonces la gloria y la limpieza?

—Si legalizas, tampoco evitas que los países poderosos dominen... Al revés: lo promueves.

—Siempre tendrán más dinero. También para tecnología, o para comprar deportistas de fuera. Entonces mi conclusión es que no tiene solución... Al deportista se le empuja al dopaje. Hay que confiar en la educación.

—En la formación de jóvenes.

—El otro día me decía un profesor que era una pena que el libro tuviera tanto sexo, porque hubiera sido un buen libro para el instituto. La novela está generando debate.

—Remueve conciencias.

—Sobre todo en España, hace mucha falta.

—Usted habla también del patrocinador como incitador.

—Sí, porque el deportista tiene una hipoteca y vive del patrocinador, no le queda otra.

—Ahora hay patrocinadores que exigen limpieza.

—Eso sería maravilloso.

—Antes no era así, Festina vendió más relojes tras el escándalo del Tour en el verano del 98.

—Al final es marketing. El patrocinador siempre quiere al mejor, pero a la vez evita escándalos. Nike retira el patrocinio a Armstrong, porque se ve obligado por la sociedad estadounidense. No lo hace por él. Implicar a los patrocinadores es una buena solución, por ahí sí lo veo.

—¿Hay una parte de Janik que es su marido Andrés?

—Sin duda. La prueba que le hicieron a Andrés es igual que la de Janik. A mi marido le dijeron: ‘Nunca ha pasado un deportista con estos registros por aquí’. Andrés nació para correr, tenía un don, un corazón gigante...

—Como Indurain...

—Ni Indurain, así se lo dijeron… Andrés podía con todos, incluso con los que luego le ganaron. Cuando vio que había que dar ese salto, no lo hizo. Andrés estudió y tenía esa opción, pero otros no saben hacer otra cosa y tienen que aceptarlo.

—Janik también tiene al principio ese punto de idealismo.

—Cree en los hidratos de carbono como recuperadores, igual que Andrés. Viven como monjes. Que tengas un don y que sepas que uno peor que tú te ha pasado porque se ha dopado, ese momento es muy duro.

—¿El ‘Mago’ tiene cara y ojos?

—Sí. Pero no lo puedo decir. Hay aún alguno por el norte que… Como en Barcelona 92 hubo café para todos, algunos de esta gente se marcharon fuera a aprender. Y ahí surgieron los capos, ahí empezó todo.

—¿Ese final del libro se abre a una segunda parte?

—No. El tema no se puede cerrar, es la realidad. Ya estoy escribiendo el segundo libro con los mismos personajes, con otra denuncia social de fondo, pero ya sin dopaje.