Miguel Ángel Jiménez
“No conozco mi límite, al final pararé cuando no pueda más”
Miguel Ángel Jiménez cumple 50 años el 5 de enero. ‘El Pisha’ recuerda su carrera y dice que rendirse no entra dentro de las opciones. Avisa: “Quiero acabar con un grande”.
La víspera de Reyes, Miguel Ángel Jiménez (Málaga, 5-1-1964) cumple 50 años. Lo hace engrasado, a pleno rendimiento, sumando récords y victorias a su dilatada carrera. De ese medio siglo de vida, Jiménez ha dedicado 25 años al Circuito Europeo. Más de dos décadas de puro golf en las que uno de los personajes más carismáticos del mundo del deporte ha deleitado con su alegre juego, su particular porte, su imponente mentalidad y su arrolladora personalidad. Entrañable Miguel Ángel Jiménez.
—¿Qué balance hace de su vida profesional?
—El balance siempre es bueno. Piensas que podrías haber ganado más, haber aprovechado mejor algunas oportunidades; por otro lado, piensas que podría haberte tocado lo opuesto. Estoy muy contento con el desarrollo del golf en mi vida. Ha compensado todo el esfuerzo que le he dedicado desde que empecé a jugar con 15 años.
El Pisha, uno de sus sobrenombres, habla con serenidad. Consciente de la marca que ha creado y acompañado de su puro, habitual en su atrezzo golfístico, Jiménez dedica tiempo a cada pregunta mientras contempla una de las grandes obras que ha levantado (la escuela de golf que lleva su nombre en Málaga) junto a sus dos hijos, su mayor orgullo.
A pesar de acercarse al final de su carrera y de comprobar como cada día la tecnología y la atlética preparación física que requiere el golf moderno modifican este deporte, el malagueño no tiene miedo de recordar. De hecho, esa memoria le ayuda a valorar desde su atalaya dónde ha llegado. “El golf te engancha desde el principio. Te motiva, te hace ambicionar. Si no, no estaría aquí ahora”, asegura sonriente.
—¿Hasta dónde va a llegar?
—Límites no hay. Me gusta competir, el golf me corre por las venas. Cuando no pueda más, pararé. De momento, en enero vuelvo a jugar, estoy en el Masters y el Open Británico (los 50 mejores del mundo tienen acceso directo a estos majors: Jiménez es el 38), hay posibilidades de entrar en la Ryder. Me tengo que dar tiempo y depende de cómo vaya el año, veremos qué pasa. Quiero acabar esta historia con un major.
Las razones que Jiménez tiene para detener el tiempo que normalmente arrasa al deportista profesional son poderosas. Entre otras conquistas, el Pisha acumula 20 triunfos en el Circuito Europeo. Más de la mitad, 13, han llegado desde 2004, cuando enfiló los temidos 40. Tradicionalmente, cuando un hombre atraviesa la barrera psicológica que supone esta edad, replantea su vida y busca un orden diferente a la rutina. Jiménez no cambió. Se dedicó a disfrutar de su momento, aún candente.
—Y con 40 años, despegó…
—Con 40 años, el cuerpo no reacciona igual que antes y entra en juego la mente. Te preguntas si estás bien, si te gusta lo que haces y te paras a pensarlo. Tienes que disfrutarlo porque después llega el declive y… hasta luego Lucas.
Hace un año, Jiménez se rompió la pierna esquiando y vio el final cerca. Demasiado, tal vez. Días antes, al borde de los 49 años, había batido el récord de longevidad entre los ganadores del Circuito Europeo. Nadie creyó que volvería a la vanguardia del golf mundial. Ni siquiera él mismo. Tocaba parte de daños: “Pensé que se había acabado. Con 49 años y una pierna rota, volver a jugar al mejor nivel era todo un reto”. El desafío se quedó pequeño frente a su implacable voluntad.
—Entonces, en julio llega a liderar el British. ¿Aquello le hace ver que ha conseguido volver?
—Los majors son especiales, te cambian. Todo el mundo quiere demostrarse a sí mismo que puede jugar ahí. Sobre todo en el Open Británico. Me di cuenta que pegaba a la pelota como quería, controlaba los efectos y la cabeza me ayudaba. Vi que hacía lo que sabía: jugar al golf.
En cierto modo, Jiménez reencontró en Escocia un hambre que ha convertido en su enseña a lo largo de la carrera que le precede. Después de aquel British, que le abandonó el domingo, llegó el playoff en Holanda contra el héroe local Joost Luiten y el truco final en Hong Kong, lugar donde es imposible entender el golf sin mencionar a Miguel Ángel Jiménez (ha ganado allí cuatro veces desde 2005). “Me gusta ese campo. Juego a lo que quiero. Colocar la bola, jugar con efectos. Me divierte”, explica con pasión, dando una lección de valor y aprecio por el torneo.
Su origen humilde le ha ayudado a labrarse un camino al alcance de muy pocos. El Pisha sacó adelante un talento inédito hasta los 15 años. Con la mayoría de edad se hizo profesional. Poco después, en 1988, asaltó el Circuito Europeo. Desde entonces, nunca ha perdido la tarjeta que da derecho a jugar los torneos del circuito al año siguiente. A base de tesón y esfuerzo, el malagueño se ha hecho respetar en un deporte donde ganar es lo más difícil y la admiración sólo se consigue con laureles.
—Olazábal dice que es su héroe, Keegan Bradley se rinde ante ‘the coolest man alive’. ¿Es más complicado ser respetado y admirado que ganar?
—Ganar se puede hacer de un día para otro. El respeto requiere tiempo, trabajo, que seas profesional con tus compañeros y que éstos sepan valorar lo que haces. ¿Ganar y respeto? Van unidos, acompañados hasta el final.
El germen de ese respeto está en eventos como la Ryder Cup, donde el compañerismo alcanza su máximo esplendor. Jiménez ha ganado dos Ryder, ha jugado en otras dos y fue vicecapitán de su inseparable amigo José María Olazábal en septiembre de 2012 en Medinah (Estados Unidos). La lógica dice que el carisma de Jiménez capitaneará algún día las hordas europeas de la Ryder.
—¿Qué tiene la Ryder para los españoles?
—La Ryder es ‘El Evento’ del mundo del golf. Tiene ese sentimiento único inculcado por Seve, un simbolismo especial para los europeos. Sobre todo para ingleses y españoles. Lo de Medinah, viniendo desde atrás con Sergio, Rose, Poulter, McIlroy, Donald. Ganarles allí cuando nadie daba nada por nosotros es de los mejores momentos de mi vida profesional.
Jiménez es un hombre agradecido. Ese sentimiento que le une a Seve y Olazábal, le hace valorar el esfuerzo de estos hombres por desarrollar el golf nacional. En especial, cuando la realidad ha destapado unas miserias en el golf español que hace unos años ni se intuían. La crisis devastó el potencial de nuestro país y golpeó con dureza, entre otros, al propio Jiménez, promotor del Andalucía Masters.
—¿Qué ha pasado en España?
—Es fácil, sin dinero no hay torneos.
—No tenemos torneos pero sí una buena cantera de golfistas, ¿por qué?
—España crece despacio, pero crece. Tenemos jugadores muy buenos en el circuito y cada año entra gente nueva con calidad, gente que va a aumentar la competitividad. Lo veo muy bien para los próximos años.
—¿Las nuevas generaciones vienen preparadas?
—La gente que viene es muy buena. Se ha trabajado bien con los centros de alto rendimiento, la Blume, por ejemplo, que aúnan estudio y golf. Se están haciendo cosas interesantes y hay un buen futuro garantizado.
Formar es otro de sus retos. Jiménez apoya las iniciativas de la Real Federación Española de Golf (RFEG), como el prestigioso torneo infantil Lacoste Promesas, y aporta todo su conocimiento en la escuela que regenta en Torremolinos.
-—¿Dónde estará cuando todo acabe?
—Cuando me canse, me encontraréis aquí, en mi escuela.
Se le ve feliz. Disfruta del golf, de sus hijos, de su vida y del imperio creado con sus manos. El secreto del éxito, confesado mil veces, esconde la verdadera razón que ha llevado a Jiménez a cumplir 50 años en el mejor momento, cuando el resto de los golfistas del planeta afronta un peligroso declive: el Pisha es imparable; el mérito de su gesta, incalculable.