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El tenis está de enhorabuena

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Bienvenido de nuevo Ferrero. Los aficionados al tenis echaban de menos al delgaducho valenciano que se derrubó sobre la tierra batida de París en 2003, en su segunda final de Roland Garros, dedicando al título a su madre con una emotiva mirada al cielo. El mismo que trajo la primera ensaladera de plata tras una soberbia actuación frente al australiano Lleyton Hewitt. Un talento a la deriva en las dos últimas temporadas, plagadas de altibajos y decepciones, y oscurecidas bajo la alargada sombra del fenómeno Nadal, acaparador de todas los focos.

No hace demasiado tiempo el valenciano alcanzó la cima de la clasificación mundial, precisamente tras su éxito en la capital francesa y la final disputada en Flushing Meadows. Una temporada de ensueño que acabó rubricando en el rockódromo de la Casa de Campo de Madrid. Después llegó el calvario: al mayor conocimiento de su juego por parte de los rivales, se unió una secuencia de extrañas lesiones, cierta relajación o conformismo por su parte, un infructuoso cambio de raqueta -ha abandonado la Head y vuelve a encontrar su mejor juego con su "antigua" Prince- y un más que necesario cambio de aires.

De la mano de Josep Perlas, quien no acabó de entenderse con el polémico argentino Guillermo Coria, y un importante trabajo sobre su servicio, el "mosquito" parece haber recobrado sus mejores sensaciones en Cincinnati, un Masters Series sobre pista rápida en la que ha alcanzado la final tras eliminar a jugadores de la talla de James Blake o los españoles Rafa Nadal y Tommy Robredo. Su actitud en la pista vuelve a ser positiva, con la agresividad controlada y el dominio en los puntos que siempre le caracterizó. Juan Carlos Ferrero parece haber vuelto, el tenis español está de enhorabuena.