Cada vez que se cae un ciclista nos acordamos de que el suelo está duro. No viene mal recordarlo. El ciclista no es sólo, y ya sería mucho, un deportista al que la exigencia de la competición, casi inhumana, le deja al borde de la enfermedad; de ahí que el doping, muchas veces justificado con argumentos médicos, haya encontrado en este deporte su mejor caldo de cultivo. No, el ciclista es más. Es alguien que se juega la vida y el físico en la misma manera que lo hace el piloto de Fórmula 1 o el motociclista. Pero sin más protección que un casco de 200 gramos. En esas condiciones, incluso el tramposo es un valiente.

Heras, tricampeón y candidato, se cayó ayer a 38 kilómetros de meta envuelto en una montonera. Bastó que rozaran dos ruedas para que medio pelotón se viniera abajo. Menchov (ruso adorable) mandó parar al grupo de inmediato. Parecía grave. Heras se tapaba la cara con las manos. Su rodilla manaba sangre y los cortes eran profundos porque se había clavado los dientes del plato. Cuando se volvió a subir en la bicicleta el médico de carrera le tuvo que aplicar, grapadora en mano, 15 puntos de sutura. "Llegó a meta con rabia, pero bien", resumió Beloki.

Hoy habrá más noticias. Camino de Ampuero hay un puerto de primera y tres tercera, el último de los cuales conduce a meta. Será imposible disimular. Si la herida se inflama...

El gran Pasamontes, mal día para hacerse famoso, estuvo escapado 115 kilómetros. Pero Petacchi no pasó los Pirineos por amor al arte. Logró su cuarto triunfo. Es la tercera vez que gana en Burgos. Se lo dedicó a su abuelo, muerto ayer hace tres años. Todo muy bonito, menos la rodilla de Heras.