Canguro en Córdoba

Ciclismo | Vuelta a España

Canguro en Córdoba

Canguro en Córdoba

afp

El australiano McGee es el nuevo líder. Bertagnolli ganó la etapa.

La Vuelta es diferente. Una marca de fabada en bote (compañera de nuestra adolescencia) es uno de los patrocinadores de la carrera. El reclamo es cuando menos impactante, pues asocia un alimento contundente y explosivo con la famélica imagen de los ciclistas. Cualquiera de nuestras abuelas habría suscrito que lo que necesitan estos muchachos son unas buenas alubias con chorizo, pero personalmente no descarto que el asunto esconda un mensaje subliminal de la UCI, algo así como un llamamiento a los estimulantes naturales. Corren tiempos turbulentos.

En cualquier caso, anunciar fabada camino de Córdoba en una tarde en la que se rozan los 40 grados es intento de homicidio. Aunque también es delictivo el maillot de los pezqueñines, no gracias, multitud de chanquetes sobre fondo azul. La ausencia de símbolos perdurables, y los colores de los diferentes maillots deberían serlo, desconcierta a los aficionados y perjudica seriamente la imagen de una gran prueba por etapas.

Pero me estoy yendo por las ramas y ayer sucedieron cosas de importancia. Para empezar, hubo cambio de líder. El australiano Bradley McGee es el nuevo maillot oro (otra cursilada) por dejación de Menchov y los Rabobank, que no mostraron interés en mantener el liderato. McGee (líder del Tour en 2003 y del Giro en 2004 tras vencer en los prólogos) es un insigne del pelotón y el primer australiano tricolor. Sin embargo, ayer le debió quedar la ligera frustración de no haberse impuesto también en la etapa, ya que se presentó en la meta con un rival semidesconocido, Bertagnolli, sin más triunfos en su carrera que la Copa Placi y el Trofeo del Etna. A pesar de lo desequilibrado del currículo, el pezqueñín se comió esta vez al velocista.

La jornada fue intensa, pero nos queda la impresión de que pudo serlo todavía más. En los primeros 150 kilómetros no hubo más historia que la aventura de David de la Fuente, del Saunier Duval, y Hervé Duclos-Lasalle, hijo del gran Gilbert, ganador de la París-Roubaix en 1992 y 1993. Pero el francés se descolgó pronto y De la Fuente prosiguió camino en solitario, sin más compañía que los cactus y los chacales, ya digo que cantaba la chicharra.

Zafarrancho.

El control del CSC en la cabeza del pelotón hacía pensar que Sastre tenía previsto atacar en la ascensión a San Jerónimo, puerto de 2ª. Aunque fue una falsa alarma, y es una pena, porque era un buen lugar. En la ascensión hubo muchos movimientos, pero ninguno de un general, salvo que Botero se haya puesto los galones que le corresponden, que me extraña. Además del colombiano melancólico se dejaron ver Aitor Osa, Luis Pérez o Carlos García Quesada.

Sin embargo, fue la arrancada de Bertagnolli la primera que hizo verdadero daño. Tras él, un clásico: Pablo Lastras, la versión madrileña del fantástico Flecha, que también andaba por allí.

Si la subida fue decepcionante, el descenso, con el asfalto fundido y arenoso, resultó un sinvivir. Entre otros se cayeron Azevedo, Iván Gutiérrez, Quique Gutiérrez, García Quesada y Lastras, que perdió todas sus opciones. Beloki, bien, gracias.

Después de muchas escaramuzas, en el último kilómetro se presentaron Bertagnolli y McGee. Ya conocen el insólito desenlace. En el podio, el italiano tuvo el dudoso honor de cubrirse con un sombrero cordobés, con los nefastos resultados estéticos que son habituales. Para terminar de confundirle, el ganador recibió como regalo un ejemplar de La Celestina. Rogamos por su alma que no cenara fabada.