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La historia no ha hecho más que comenzar

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Mariano Puerta sirve angulado sobre la derecha de Nadal, que resta alto, cruzado y muy liftado. El argentino golpea tarde y la pelota se marcha al pasillo de dobles. Rafa Nadal, el hombre récord de diecinueve años recién cumplidos, se desploma sobre la tierra rojiza de la pista central Philippe Chatrier. El "indio" de Manacor confirma a lo grande el mejor arranque de temporada de un tenista español. En menos de medio año suma ya seis títulos –los mismos que su penúltima víctima, Roger Federer-, entre ellos el primer Grand Slam de su carrera y dos Masters Series.

El tenis español sigue gozando de buena salud. La inapelable victoria de Nadal es el duodécimo triunfo individual patrio en París y puso el colofón a una jornada con sabor hispano en Porte d’Auteuil. Apenas unas horas antes, la pareja formada por la madrileña Virginia Ruano y la argentina de Pergamino Paola Suárez, conseguían su cuarta corona en Roland Garros.

El todopoderoso Nadal pudo con un rival de altura, que zurdo como él y especialista en polvo de ladrillo, se hartó de romper la bola una y otra vez en busca de ángulos imposibles. Y el nuevo prodigio del Cola Cao, acompañado de su habitual gestualidad y la energía inacabable de sus piernas, acabó por desesperar al bonaerense al tiempo que ganaba admiradores en los graderíos.

Sus logros hablan a gritos de una progresión exponencial en apenas unos meses, en los que resultó clave en la Copa Davis de Sevilla y convirtió el 2005 un mano a mano con el número uno suizo. Todo ello después de superar unas incómodas lesiones en la primera mitad del 2004, momentos difíciles en los que se fraguaba el milagro. Alejado de la competición, Nadal tiró de su gran capacidad de sacrificio. Se hartó de golpear bolas sentado sobre una mesa -por no poder apoyar el pie- y prosiguió con la particular preparación física diseñada por Joan Forcades. Una forma de entrenamiento encaminada a prevenir lesiones, alejada de las pesas y plagada de estiramientos, flexiones, técnicas orientales, y ejercicios para desarrollar la capacidad del cuerpo de detectar el movimiento y la posición de las articulaciones.

Pero por encima de cualquier otro aspecto de su juego –la carga de efecto de sus golpes resulta letal-, Nadal gana los partidos por anticipado, por seguridad en sí mismo. Así lo lleva haciendo durante toda su vida, desde el día que colgó las botas de fútbol para abrazar la raqueta. Detrás de su gran timidez y su humildad, Nadal esconde una seguridad y una solidez en su juego –apenas regala bolas- muy difícil de encontrar entre los jóvenes talentos. Es ahí donde marca las diferencias, por poderío mental, saltando a cada pista convencido de que ganará. Además, ya ha demostrado una gran capacidad de adaptación a las superficies rápidas, la eterna cuenta pendiente del tenis español. La historia no ha hecho más que comenzar...