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Este sábado, apenas un día después de que se conozca el resultado del primer gran duelo del torneo, el que medirá a los mejores tenistas nacidos en 1986 -Richard Gasquet y Rafa Nadal-, un nuevo encuentro generacional tendrá lugar en Porte d’Auteuil. Allí se citarán, previsiblemente en la misma pista central Philippe Chatrier, el ruso Marat Safin, campeón del primer Grand Slam de la temporada y tercer favorito, y el español Juan Carlos Ferrero, campeón en París en 2003 y cabeza de serie número 32 en la presente edición.

Al igual que en el caso de los gladiadores del 86, Marat Safin y Juan Carlos Ferrero apenas se llevan dos semanas de diferencia, y junto al australiano Lleyton Hewitt, el norteamericano Andy Roddick y el suizo Roger Federer, han sido los dominadores del circuito en los últimos años. Con sólo 24 años, ambos saben ya lo que es ganar un ‘grande’ –Ferrero Roland Garros y Safin el US Open y el Open de Australia- y sentir el vértigo de ser número uno del mundo. El valenciano puede presumir además de dos Ensaladeras de Plata en su palmarés, un hito histórico en el tenis nacional.

Pero la relación entre ambos tenistas viene de lejos, cuando un adolescente Marat Safin de trece años visitó acompañado de su madre la Academia de Tenis de Valencia, en la que despuntaba un delgaducho Juan Carlos Ferrero. Mamá Rausa, una ex jugadora rusa que llegó a estar clasificada entre las diez mejores del mundo, buscaba un lugar donde poder sacar provecho del enorme potencial del pequeño Marat. Con ayuda del director de la escuela y de un cliente suizo de éste que prestó apoyo económico al recién llegado, Safin y Ferrero fueron creciendo juntos humana y tenísticamente, hasta convertirse en las adineradas estrellas de la raqueta que son hoy en día.

Pese a los mayores logros individuales de ‘Safinator’, el ‘mosquito’ Ferrero domina en los enfrentamientos directos entre ambos por un estrecho 5-4. De los dos últimos -ambos en 2005- hace apenas un mes. El primero en dieciseisavos de final del Masters Series de Montecarlo, el segundo en treintaidosavos de final de Hamburgo. Y en ambos se impuso el de Onteniente.

Pero cada uno de ellos conoce al dedillo las virtudes y los puntos débiles del contrario, e incluso el sentir que se esconde detrás de cada gesto en la cancha. Una victoria de Ferrero supondría una gran inyección de confianza en su lucha por volver a la élite, de la que nunca debió salir. Pero algunas amistades son sin duda muy peligrosas.