NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA
Actualizado a

Los años no pasan en balde, ni siquiera para el gran Andre Agassi (Las Vegas, 1970), que se despidió de Roland Garros antes de lo previsto y entre lágrimas. El intenso dolor que el norteamericano sufre desde hace tiempo en la espalda explica a medias la dolorosa derrota encajada ante el finés Jarko Nieminen. La otra mitad del porqué hay que buscarlo sin lugar a dudas en su veteranía. Su verdugo en primera ronda –58 del mundo y procedente de la fase previa-, pese a no ser de los más jóvenes del circuito, apenas se iniciaba en el manejo de la raqueta cuando el entonces pelilargo y teñido Agassi se tornaba en estrella.

Todo apunta a que Agassi le ha llegado la hora del adiós. Una decisión que ha estado postergando merced a su incomparable talento natural. El mismo en el que se apoyó con asiduidad a lo largo de su carrera, para tratar de disfrutar de los placeres de la vida que quedan habitualmente vedados para los deportistas de élite. Sin duda, esos pequeños caprichos, junto a su personalidad afable y divertida, catapultaron su carisma y su fama y le permitieron convivir, sin verse empequeñecido, con la alargada sombra de su compatriota Pete Sampras.

El de Las Vegas es alguien mundialmente reconocible, casi familiar, a quien hemos visto suavizar sus modos –en sus inicios muchos lo comparaban con "superbrat" McEnroe- al mismo tiempo que perdía su cabellera. Un deportista a quien el tiempo y su buen hacer han convertido en mito, en ejemplo a seguir. Méritos no le faltan. A sus 35 años, en su currículum figuran 58 participaciones y 8 triunfos en torneos Grand Slam (Abierto de Australia 1995, 2000, 2001 y 2003, Roland Garros 1999, Wimbledon 1992 y US Open 1994 y 1999), 59 títulos individuales, un balance de 844 victorias por tan sólo 263 derrotas y casi 30 millones de dólares en premios. Pero por encima de sus éxitos, permanecerán su imagen y su forma de jugar, que aumentaron la espectacularidad del tenis y extendieron sus tentáculos. Bajo su reinado el tenis se hizo mediático.

Todo apunta a que Nieminen ha correspondido el honor –ha declarado que es su "victoria más importante en su carrera"- de poner el punto final a las correrías de Agassi sobre la arcilla de París, sin duda la más exigente superficie del circuito cada temporada y a la que fue mirando con mejores ojos con el pasar de los años. Las lágrimas del campeón, mezcla de dolor y tristeza, incrementaron la emotividad de la escena. Pero con un poco de suerte e inyección de cortisona en el nervio ciático mediante, podremos disfrutar de sus precisos golpes y su extraño e inquieto caminar sobre la hierba londinense.