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Federer, entre Schumacher y Alonso

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Roger Federer, como hiciera el kaiser de Ferrari a lo largo del 2004, apenas dejó unas migajas de éxito al resto de comensales de la ATP. Se impuso en tres de los cuatro Grand Slams –Australia, Wimbledon y Open USA-, en la Copa Master y en los torneos de Tailandia, Toronto, Gstaad, Halle, Hamburgo, Dubai e Indian Wells. Su insultante superioridad, que acabó por aburrir al personal y desesperar a sus rivales, planteaba el 2005 como un desafío final: todos contra Federer. Por ahora el suizo gana 5-1 –Rotterdam, Indian Wells, Doha, Dubai y Miami frente al Open de Australia-, después de superar a Rafa Nadal, en un partido memorable, en la final de Cayo Vizcaíno por 2-6, 6-7, 7-6, 6-3 y 6-1.

Y es que el suizo inició el 2005 convertido en Fernando Alonso: sin levantar el pie del acelerador y con una fiabilidad a la altura de la del mismísimo R 25 que pilota el asturiano esta temporada. El único "tropiezo", si así se puede tildar, ha sido caer derrotado en semifinales del Open de Australia por Marat Safin, finalista en el torneo aussie en las tres últimas ediciones. Desde entonces, el suizo no ha perdido un sólo encuentro, hasta sumar veintisiete victorias, por una sola derrota.

Pero Nadal puede estar orgulloso. Dio la talla con creces e hizo tambalearse al número uno por momentos; ha mejorado su tenis de forma exponencial tras su crucial aportación a la conquista de la segunda Ensaladera de Plata del tenis español y ha sumado dos nuevos títulos –Costa Do Sauipe y Acapulco- a su joven palmarés. Y de mantener la progresión del arranque de temporada, acabará el año entre los diez primeros de la lista de entradas de la ATP. Al tiempo.