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Despacito y buena letra

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Resulta difícil tratar de descubrir qué se esconde detrás de la decisión del G-3 de que sea el racial Rafa Nadal, y no Ferrero, quien dispute el primero de los dos envites ante el bombardero de Nebraska, Andy Roddick. Probablemente, conscientes de la falta de confianza que atraviesa el valenciano, Arrese, Avendaño y Perlas busquen en el manacorí la garra y la fuerza mental para hacer perder los nervios a Roddick. Y no hay duda de que el lenguaje gestual que acompaña al tenis de Nadal tocará la fibra emotiva y patria del respetable sevillano. Esperemos eso sí, que la Davis no exhiba actitudes irrespetuosas que manchen el nombre de España y del tenis, como las recientemente denunciadas en otros recintos deportivos.

Juan Carlos Ferrero, en forma y con ritmo competitivo, es probablemente junto al argentino Guillermo Coria, el mejor jugador del mundo sobre tierra batida. Pero este año no ha sido capaz de tener regularidad y su tenis ha bajado muchos enteros. El físico y la técnica no le han abandonado, pero parece no encontrar la capacidad de sufrimiento y el orgullo que le llevó al número uno. Y es que en el circuito masculino actual cualquiera le hace un roto a cualquiera y la confianza en uno mismo es tan fundamental como la fuerza física. ¡Que le pregunten a Federer!

Además, ganar a Roddick es sobre todo un examen de paciencia: no da ritmo porque huye de los peloteos largos y arremete a partes iguales con la potencia de sus golpes y su descarada e insolente forma de mirar al contrario, odiosa por momentos. Requiere de un nivel de concentración máximo y de una fe inquebrantable en que la hazaña es posible. Sufrir para ganar, sin espacio para la diversión. Desde ese punto de vista, Nadal parece el rival más adecuado dentro del equipo español.

Pero para conseguir la segunda ensaladera hace falta sumar tres puntos de cinco, léase robarle uno a Roddick –difícil que no imposible- y ganarle los dos a Mardy Fish. El dobles, salvo sorpresa mayúscula, hay que darlo por perdido, por lo que el partido clave de la primera jornada es el que abre la final y enfrenta a Moyà con el número dos norteamericano. Con la euforia del 1-0, y con un Nadal sin presión, puede darse la campanada y allanarse el camino a la gloria. Pero como recomineda el sabio refranero... despacito y buena letra.