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Rafa Nadal, a sus 18 años, tomó la alternativa a lo grande en el coso taurino de Alicante. Ante el publicitario Arnaud Clement, el manacorí desplegó su mejor tenis, mezcla de talento innato, garra desmedida y obsesión ganadora, hasta endosarle una paliza (6-4, 6-1, 6-2) al hombre Lacoste. El joven diestro, reconvertido a zurdo, suplió la baja de su idolatrado compadre Moyà y ejerció el liderazgo que hace cuatro años asumiera un flaco Juan Carlos Ferrero –también desde la eliminatoria de semifinales, en aquella ocasión frente a la Rusia de Safin y Kafelnikov-.

Ahora queda la prueba de fuego frente a la todopoderosa selección yankee, liderada por el bombardero Andy Roddick, que por enésima vez en lo que va de temporada, volvió a batir su propio récord de velocidad en el servicio en la eliminatoria ante Bielorrusia. El de Nebraska, nacido en Omaha, "somewhere in the middle of America" como dice la canción, envió el misil esférico amarillo a ¡249,4 km/h!

Ahora llegarán las peticiones, numerosas ciudades españolas volverán a pelearse por acoger la final del 3 al 5 de diciembre. Madrid, inmersa en su particular carrera olímpica hacia el 2012 y con la experiencia del exitoso Masters Series, que este octubre cumple su tercera edición, ha sido la primera en solicitarlo. Y polémicas al márgen, Agustí Pujol, presidente de la RFET, seguro que tendrá muchas más propuestas sobre la mesa en próximas fechas. Sin embargo, frente a los intereses "oficiales" del ayuntamiento capitalino –la final se disputaría en el Rockódromo de la Casa de Campo- habrá quien alegue que lo ideal frente a semejantes sacadores es jugar con calor, humedad y a nivvel del mar. Y razón no le faltará.

Sea como fuere, España –con Moyà y Ferrero en perfectas condiciones, más Nadal y Robredo- es superior al equipo americano sobre tierra batida, aunque se juegue en una pista cubierta (la organización obliga a ello). Aunque si pincháramos un poquito las bolas... mejor que mejor. La ensaladera vuelve a estar a tiro de piedra.