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Entrevista Butragueño

"Mi debut fue como un cuento de Walt Disney"

Butragueño sembró la primera semilla de su leyenda el 5 de febrero de 1984. Mañana se cumplen 20 años de su debut en Cádiz con el Madrid. Dos goles a Cedrún y una luz que anunció la llegada del mito que cambiaría la historia decadente del primer Madrid de los 80. Emilio repasó con AS aquel histórico momento. Pisando el pasto sagrado del Bernabéu, el Buitre rememoró su debut "en un partido que cambió mi vida".

<B>DI STÉFANO</b> "Me dijo en Cádiz: ‘Nene, calienta que vas a salir’. Me temblaban las piernas"

Fíjese, han pasado 20 años desde que debutó con el Madrid en el famoso partido de Cádiz...

Sí, 20 años y yo tengo 40. ¡La mitad de mi vida! Le voy a ser sincero. Ese 5 de febrero de 1984 siempre lo tengo presente. Me acuerdo de todo. Estábamos en el Hotel Atlántico de Cádiz. Hasta allí se desplazaron mi padre y mi cuñado. Después de comer jugué con mi padre al billar y tras la par tida me fui a descansar a la habitación, que compartía con Pitu (Pardeza). Llegamos al Carranza tres horas después y supe que debutaría. Algo me dijo que sería mi primer partido con el Madrid.

¿No le dijo nada Di Stéfano?

No hacía falta. Bastó que en el descanso, cuando ya perdíamos por 2-0 como el otro día ante el Valladolid, Alfredo me dijese: "Nene, calienta". Bajé por las escaleras rumbo al campo y me temblaban las piernas. Lo peor fue para mi padre.

¿Por qué?

Porque el hombre estaba en la grada, comido por los nervios y rodeado por los aficionados del Cádiz. Salgo y meto el 2-1. Grita feliz. Lógico. Le dicen, ¿pero usted de qué va? Mi padre, respetuoso, les aclara. "Perdónenme, es que Butragueño es mi hijo". La afición gaditana demostró ser señorial porque desde ese momento se volcaron con mi padre y, cuando marqué el 2-3 de la victoria, casi le sacan a hombros del Carranza. Fue increíble.

Hábleme de su histórico debut.

Tremendo. Con 2-0 abajo nos lanzamos al ataque de forma descarada. A mi lado estaban Juanito, Santillana, Gallego... Unos monstruos. Me llegó un balón suelto en el minuto 60 y marqué de tiro cruzado, batiendo a Cedrún. Era el 2-1. Porfiamos y cerca del final Gallego empató de cabeza. Pero insistimos y en un barullo en el último minuto aproveché un rechace de Andoni para marcar el 2-3. Me quedé como en una nube. No valoré lo que pasaba.

Vamos, que estaba flotando.

Totalmente. Los compañeros en el vestuario me apoyaron a tope y recuerdo que a Don Alfredo le pedí permiso para que me pudiese guardar la camiseta de recuerdo. En aquellos tiempos no había presupuesto para quedarse con ellas, pero al ser mi debut agradecí el detalle del míster. Era la España de 1984, con una sola televisión, la pública, sin ninguna autonómica. Al llegar a Madrid me llamaron al único programa que había, el Estudio Estadio que presentaba Matías Prats hijo. Fue una locura toda la semana posterior con entrevistas y citas con los medios, hasta que Di Stéfano, genio y figura como siempre, me dijo: "Nene, ya está bien. Vos lo que tenés que hacer es jugar al fútbol". Sin duda, fue un partido que cambió mi vida y la de mi familia.

Por cierto, el añorado Juanito casi se lo come para festejar el segundo gol de usted a Cedrún.

Juan era especial y, además, teníamos una sintonía especial porque nuestro feeling futbolístico era muy similar. Concebíamos este juego de una forma muy parecida. Además, le agradeceré una cosa que le dijo a otros compañeros y que yo supe con el tiempo: "Oye, hay que cuidar a este chico poque es distinto y va a ser una figura del Madrid". Siempre le recordaré.

Al acabar el partido habló usted por teléfono desde el mismo estadio con el compañero Julio César Iglesias.

Sí, él fue nuestro mentor y el que apostó y dio nombre a la Quinta del Buitre. Aquella victoria también fue suya y él estaba especialmente contento. Yo estaba flotando. Mire, si la vida me hubiese permitido hablar con Dios y se hubiese sentado a mi lado y me dice: "Emilio, ¿Cómo quieres tu debut?". Seguro que no le habría pedido que fuera tan generoso. Me habría conformado con un pasecito de gol, un buen tiro a puerta. Vamos, que mi debut fue un cuento de Walt Disney.

¿Le dijo algo el bueno de Cedrún?

No, pero sí lo hemos hablado años después cada vez que hemos coincidido.Le diré algo, Cedrún se salió esa tarde y tuvo una actuación memorable. Pero yo estaba allí y metí dos. Suerte.

¿Por qué debutó con el número 14 a la espalda?

Porque afortunadamente en esos tiempos los dorsales titulares eran del 1 al 11 por obligación e iban sin nombre atrás. Pude elegir y pedí el 14 porque mi ídolo desde pequeñito siempre fue Johan Cruyff y era un honor debutar en el Madrid con ese dorsal porque él lo lucía en aquella maravillosa selección holandesa del Mundial de Alemania. Lo hice en su honor.

Escribió Alfredo Relaño en El País en su crónica de aquel histórico partido que con sus dos goles en Cádiz el Madrid acabó con el síndrome de Despeñaperros, porque ese año siempre perdían en Andalucía.

Sí, ese triunfo nos hizo mucho bien porque nos puso líderes en aquella época en la que el Athletic pegaba fuerte y nos ganaba Ligas.

Y, amigo mío, llegó la noche gloriosa del Anderlecht.

En Bruselas habíamos perdido por 3-0 y el Anderlecht era como el Bayern de ahora. Un equipazo con gente como Scifo, Vercauteren, Morten Olsen, Munaron.... Era una gesta pensar en remontar. Pero Camacho facilitó todo. Se pasó varios días calentándonos la cabeza. ¡Vamos a pasar, chicos, vamos a pasar! Llevaban seis meses sin perder un encuentro. Nos lo tomamos como algo personal. Tres días antes del encuentro entrenamos en secreto en el Bernabéu y Valdano se me acercó: "Nene, prepárate que vas a jugar de titular con los belgas". Sólo pensaba en el momento de enfrentarme a ellos.

Cuénteme lo que pasó en la víspera y su experiencia cinéfila.

¡Je, je! Sí, nos llevaron a ver Karate Kid, la versión buena, la primera. Se trataba de un chico frágil que utilizando las técnicas orientales llega a ser campeón de artes marciales contra otros teóricamente más fuertes y superiores. Pues eso nos ayudó porque llegamos al campo al día siguiente convencidos de que estaba hecho. Además, no olvidaré nunca a Amancio en el vestuario. Se me acercó y me dijo: "Emilio, hoy vas a marcar tres goles". Profético.

Mójese, el mejor gol de su vida.

Uno a Arconada en Atocha. Desde el vértice del área y por el ángulo. Otro al Estrella Roja en el Bernabéu tras apurar la línea de fondo. También los dos famosos al Cádiz. ¡Ahh!, y otro a Arconada en el Bernabéu con el campo embarrado y con la zurda desde fuera del área. No era lo mío en cualquier caso. Mi misión era más de enlace, de creación de juego. Se podría decir que fuide los primeros mediapuntas del fútbol moderno.

Pero Di Stéfano decía que a usted lo sacudían como si fuese un árbol y caían los goles a puñados.

Es cierto, pero de verdad que nunca fui un goleador. Era ofensivo y creativo y me divertía más asistir a Hugo.

Su físico era endeble.

Un jugador debe asumir sus límites y usar la inteligencia para paliar las deficiencias físicas. Es cierto que mi físico no era para presumir, pero lo mío es un claro ejemplo de que el fútbol acepta todo tipo de cuerpos y que lo importante es utilizar la inteligencia.

El peor momento de su carrera.

La eliminación de Eindhoven sin lugar a dudas. Lo nuestro por ganar la Copa de Europa era obsesivo y ese era el año para acabar con esa racha negra que se alargaba desde 1966. No lo niego. Gané cinco Ligas seguidas y muchos más títulos, pero me faltó la Copa de Europa...

Querétaro. ¡La bomba!

Yo siempre digo que un día de suerte lo tenemos todos en la vida. Pero ni siquiera jugué bien al fútbol. En serio. Sólo estuve muy afinado en el remate a gol. Mi única jugaba buena fue el penalti que provoqué a Morten Olsen. Eso sí, fue el partido que me hizo más famoso. Cosillas del fútbol.

Su debut fue memorable, pero su homenaje ante la Roma en 1995 lo fue mucho más.

Todo lo que soy se lo debo al Madrid y mi despedida fue de cuento de hadas. De los diez grandes momentos de mi vida, ese fue uno de ellos. El Bernabéu apagado, esa vuelta de despedida, esa música de fondo...

La última Copa del Rey la ganó el Madrid en Valencia, al Zaragoza (2-0), con un gol suyo y otro de Lasa.

Sí, estamos a un paso y todos en el club queremos conseguirla. Los jugadores están deseando conquistarla.

Y hábleme del gol del siglo que no fue. Ronaldo, Zidane...

Lo que hicieron Ronie y Zizou en Valladolid es el claro ejemplo de que la belleza y lo sublime no tienen necesariamente que tener una relación directa con el gol. Esa jugada la vamos a recordar siempre. Que no haya sido gol es mejor. Fue tan hermoso, tan bello, arte puro... Quedará para siempre en la memoria de todos los que nos encanta el fútbol. Al margen del equipo que seas, cuando ves el fútbol que hizo el Madrid en la segunda parte es inevitable que uno diga que eso es jugar bien al fútbol, con mayúsculas. Ver jugar a este Madrid es una verdadera delicia. Por eso el Bernabéu se llena a reventar cada partido y cada aficionado que se marcha tras un encuentro se lleva en su memoria dos o tres jugadas que le han dejado huella y justifican el precio de lo pagado. Eso provoca deleite. No creo que en la sociedad haya una actividad que te haga hoy día más feliz que ir al Bernabéu.

¿Qué le han dado a Ronaldo para que esté como un toro?

Ronie ya se ha hecho a esta ciudad, conoce bien a todos sus compañeros, se ha adaptado ya a la vida de esta capital... Su rendimiento está siendo decisivo para el equipo. Con eso está dicho todo.

¿Considera que su Madrid de la Quinta del Buitre fue inferior a este de los galácticos?

Sinceramente, por lo que significa este Madrid en el actual escenario mediático y analizando lo que transmitimos con un criterio puramente futbolístico sólo se puede equiparar al Madrid de Di Stéfano y las cinco Copas de Europa. El Madrid actual es una auténtica Selección Mundial, con Ronaldo, Zidane, Beckham, Figo, Roberto Carlos, Raúl... Y sin olvidar a Casillas, Helguera, Salgado o Guti. Tenemos los mejores jugadores del mundo, aunque mi Madrid fue ofensivamente de lo mejor que había y la gente se divirtió mucho con nosotros.

Pues ya sabe lo que podría decir el tango. Veinte años no es nada...

No me hunda. Ahora me veo pisando el Bernabéu y noto que el tiempo ya me pasó por la izquierda y por la derecha. Sólo sueño con estar aquí siempre, con el Madrid, con mi gente...