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Fútbol de galácticos le llamamos. Y así es.

Fue así: Ronaldo saca de centro a Raúl, Raúl entrega hacia atrás a Beckham, éste abre a la zquierda hacia Zidane mientras Raúl y Ronaldo se proyectan hacia arriba, Zidane abre más a la izquierda a Roberto Carlos, que avanza y envía a Ronaldo. Y éste entra, seguro y rápido, penetra la defensa del Atlético como un cuchillo una pella de manteca y marca. Todo en catorce segundos. El gol sólo lo podría haber evitado el off-side posicional de Raúl, que se metió demasiado dentro. Pero hizo ademán de abstenerse, se abstuvo, y el gol más rápido en la historia de los derbys subió al marcador.

El gol venía a confirmar algo que se comentaba en las vísperas: la velocidad de Ronaldo iba a pesarle demasiado a Simeone. Y venía a confirmar también un viejo principio: el fútbol es de los futbolistas, y el equipo que tiene mejores futbolistas gana casi siempre. Hoy por hoy, los mejores los tiene el Madrid, y cuando están todos ellos juntos sobre el campo es posible esperar un gol en casi en cada instante. A los catorce segundos de partido, si se tercia. O en cualquier momento, con un pase cruzado de Beckham que alguien (Raúl) reexpide cómodamente a la red.

No fue el mejor partido del Madrid, ni el peor del Atlético. Incluso puede decirse que fue un gran partido del Niño Torres, que Rodrigo se acreditó como un jugador interesante, que Ibagaza luce siempre que interviene y que Casillas tuvo los guantes más calientes que Burgos. Pero la pegada demoledora del Madrid no la tiene el Atlético, ni la tiene nadie. Esa pegada le permite ser líder destacado incluso jugando, como juega, al tran-trán, con reposos, con acelerones, con un estilo aún indefinido, con los laterales a medio gas. Fútbol de galácticos, le llamamos. Y así es.