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Al Madrid le luce mucho el portero

El hombre del momento es Casillas, al que Trueba bautizó en una de sus impagables crónicas como El Galáctico de Guardia. Quiere decirse: cuando los demás no están, queda él. No se sabe si denuncia las carencias defensivas del equipo o si las adorna con un lazo, escribió también un día Trueba. Y es verdad, no se sabe. No sé si preferiríamos que el Madrid fuese un equipo ordenado y seguro atrás, o si nos gusta más que sea así, un glorioso desorden, con dos laterales de estilo cataclismático, volcados todo el tiempo al ataque, y Casillas atrás, haciendo un nuevo milagro cada rato.

El caso es que al Madrid le luce el portero, y eso es novedad histórica, novedad rigurosa. Normalmente, los porteros del Madrid han tenido una vida tranquila, a veces hasta regalada. Sobre todo en el Bernabéu, donde solían ver el fútbol de lejos. Hubo tiempos en que en los periódicos deportivos ni se les ponía nota. Se les ponía (s.c.) o sea, sin calificar por falta de trabajo. Tiempos pasados. Hoy al Madrid le chutan muchísimo. En la Liga, más que a nadie: 161 veces en diez partidos. En la Champions, 56 veces en cuatro partidos. Frente a ese fuego graneado está un muchacho.

Nació superdotado, pero ha ido aprendiendo sobre la marcha. Cuando se le discutía (y mucho, y muy tontamente) desempolvé en su defensa una frase de Carrizo: "Un gran portero se hace comiéndose 400 goles, siempre que no se los coma en el mismo campeonato". No le ha hecho falta comerse 400 goles. A lo sumo, unos veinte. Ha adquirido lo que le faltaba: dominio de los terrenos, algo de cuerpo, pegada para el saque, trapío... Con todo, ha acabado por ser tan bueno que ya ni nos damos cuenta de que el Madrid defiende tan mal ahora como con Del Bosque. Y eso que ya no está Hierro...