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Una decisión difícil de entender

Quedaban siete minutos para el final del Castellón-Valencia cuando Téllez Sánchez pitó penalti a favor de los visitantes. A mí me pareció que el penalti estaba bien pitado. El partido estaba en empate a uno. Cuando ya remitía la discusión ritual propia de estos casos, Téllez Sánchez fue alcanzado en la frente por un objeto, pequeño y duro, lanzado desde el público. Un teléfono móvil o la batería del mismo, según las primeras versiones de urgencia. Téllez Sánchez sintió el impacto y se dirigió a pie a los vestuarios. A curarse, supusimos. Pero el partido no se reanudó. Lo suspendió.

Una decisión difícil de entender. Con toda mi solidaridad hacia un hombre que acaba de recibir un impacto así, no entiendo que suspendiera el partido. La conducta del público había sido hasta entonces muy incorrecta, sí. Hubo de retrasarse el inicio por lanzamiento de papel higiénico en cantidades industriales y Téllez ya había recogido un móvil del suelo minutos antes. Pero ni por asomo puede defenderse que el partido fuera inviable. De hecho, el lanzamiento que le alcanza es en ese momento un hecho solitario. No hay lluvia de objetos. Se podía seguir jugando, sin duda.

¿Incapacitaba el golpe recibido a Téllez Sánchez para seguir arbitrando? No era esa la impresión a primera vista, pero pudiera ser. Bien, pues para eso hay un cuarto árbitro, que tiene entre sus funciones (casi como única función útil, diría yo) sustituir al titular en caso de lesión. Podría haberse tirado el penalti y jugado el tiempo restante. La suspensión de un partido es un hecho extremo al que el árbitro no debe acudir salvo si realmente no hay condiciones para que el juego siga con normalidad. No era el caso. Téllez tomó una decisión mala y puso el peor de los broches al bochorno de Castalia.