El espectáculo favorito de la vieja Europa

Vuelve la Champions League, antes (y aún hoy) Copa de Europa. Un hallazgo de casi cincuenta años atrás, cuando unos cuantos visionarios (entre ellos estaba Santiago Bernabéu) supieron zurcir un continente recién salido de la más devastadora de las guerras con una competición deportiva. Allí reunieron a ganadores y perdedores, a democracias y dictaduras, a monarquías y repúblicas, a capitalistas y a comunistas, a católicos, protestantes, ortodoxos y hasta musulmanes. Funcionó. Funcionó porque se trataba de fútbol y porque Europa existe.

Y sigue funcionando, cada vez con más vigor. Engalana el fútbol cotidiano con noches de gala, en las que todo parece más reluciente y exclusivo. Aquí tenemos el privilegio de vivirla en primera fila, gracias a que mandamos cuatro representantes, honor que merecemos por el brillante papel de nuestros equipos en los cinco últimos años, que son los que computan para establecer los baremos. Junto al eterno Real Madrid, van ese joven clásico que es el Depor, más la Real, que ya la pisó tiempo atrás, y el Celta, estreno puro. La participación resalta la capacidad de renovación de nuestro fútbol.

Una novedad este año: toda la Champions, toda, podrá verse por televisión. Milagro que hubiera parecido imposible en los tiempos en los que todo lo que llegaba de las lejanas hazañas de Di Stéfano y compañía era un ruido victorioso en la radio. Ahora la plataforma Digital + te lleva a casa todos los partidos, los que no en directo en diferido, y con la calidad con que suele envolver todos sus productos deportivos aquella casa, de la que no me cuesta hablar bien no sólo porque fue la mía tiempo atrás, sino porque todo lo hace con un gusto especial. Disfrutémoslo.