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¡Dichoso mes de junio!

El de esta noche debería ser para nosotros un partido grato y sin sobresaltos. Dado que empezamos este grupo ganando en Grecia, y visto el buen equipo que tenemos, este debería haber sido un partido de festejo al que llegáramos ya clasificados. Pero no es así por culpa de cuatro malditos días de junio, en los que perdimos con Grecia (0-2, en Zaragoza) y empatamos a cero en Belfast. Dos partidos, cero goles, un punto. Fue, recuerdan, una expedición que nació torcida, con la superflua estancia en Xerez, la cata de jamón y manzanilla y las aguas milagrosas, que no lo fueron.

El fútbol es un territorio áspero que suele castigar las frivolidades. Y así nos ocurrió y así nos vemos por nuestra mala cabeza. Pero al menos tenemos claro que hay equipo, después de lo visto en Portugal, Sáez ha recuperado la calma y hay armonía en el grupo, por encima incluso del morbo que produce la congestión de tres jugadores de calado en la opinión pública, Valerón, Raúl y el Niño Torres, para dos puestos. Morbo que han disuelto Valerón ("no me importa ser suplente") y el Niño Torres ("Raúl es el único intocable") con sus obsequiosas declaraciones que elevan al podio al madridista.

A mí me gusta el equipo de mitad hacia arriba. Me gusta más con Valerón, pero me gusta con la combinación que sea. Sólo temo, y más con vistas a la repesca que al partido de esta noche, la inexistencia de una pareja sólida de centrales. Siempre he sospechado que la salida apresurada de Camacho se debió en parte a la evidencia de que en el fútbol español existe ese agujero. Hay pocos centrales (hasta Madrid y Barça andan penando en esa posición), pocas combinaciones posibles entre los que hay y poco tiempo para improvisar soluciones. Ese es nuestro talón de Aquiles.