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El Barça asume su convalecencia

Mientras el Madrid incorporaba su sexto galáctico, Beckham, el Barça va haciendo fichajes más o menos discretos, tipo Milito. Pero a mí me gustan. Me gusta Rüstü, que me pareció el mejor portero del último Mundial, por encima de Kahn, el niño mimado de Adidas. (Que también me gusta, no les quiero engañar). Me gusta Quaresma, buen jugador para la banda derecha, con alegría y peligro en su juego. Y me parece correcto el fichaje de Márquez, central o medio centro que mejora en mucho a los Christanval y demás compañeros mártires del periodo de Gaspart.

Un amigo de criterio afinado me decía: "El Barça está haciendo fichajes propios del Celta". Pues puede ser, pero hay que entenderlo. El equipo de Laporta sabe que ahora mismo no se pueden meter en el ring con el Madrid, el Milán, la Juventus o el Manchester. Heredan una plantilla empobrecida por tres años de profundos desaciertos (Gaspart gastó tanto en fichajes como Florentino, sólo que mal) y una deuda cuya evaluación pone los pelos de punta. Frente a eso, lo menos sensato hubiera sido echarse al mercado a lo loco para ahondar en la estrepitosa ruina que dejó Gaspart.

Es posible que en el conjunto de fichajes se eche de menos una estrella. Es seguro que Beckham hubiera dado un vuelco a la situación. Está claro que Ronaldinho reactivaría pasiones en Barcelona. Pero ante la realidad de un club clasificado por los pelos para la UEFA, metido en problemas económicos para sacar adelante el día a día, no es mala política asumir la situación tal cual es: calafatear el barco, salir del mal trance, flotar, avanzar y fijarse un calendario para regresar a la grandeza. Y ese calendario será corto, porque el Barça tiene un potencial inmenso. Pero hoy por hoy es un convaleciente.