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O Rei Ronaldo. El duende de la sonrisa eterna. El héroe de los niños que pueblan la tierra. El señor del gol. Ronaldo es un sueño hecho realidad, es la personificación del bien, de la cara amable de la vida, del perfil más seductor de ese orgasmatrón llamado fútbol. Este Dios brasileño no ha ganado nunca una Liga y eso que lleva una década regalando ilusión y espectáculo por medio mundo. Por eso eligió el Madrid para conseguirlo. El paraíso donde el talento se conserva sin fecha de caducidad. Los más incautos creían que Florentino se lo traía sólo para vender camisetas. Insensatos. Valdano le dijo al oído: "Presidente, si está curado, no hay nadie como él en su puesto. Es el mejor". Y ahí está. Demostrando que es un hombre de palabra, superando la barrera de los 25 goles que había profetizado y dejando su sello en Mestalla, una plaza noble que anoche claudicó ante el mejor delantero y el mejor equipo del planeta. La Liga se vistió en Valencia de azul nazareno (con esa camiseta ya ganó el Madrid en La Cartuja) y habló el portugués. Figo se reivindicó con dos asistencias geniales y Ronaldo ejecutó a Cañizares con dos puñales que perforaron el sistema ultradefensivo de Benítez.

Saben qué les digo? Este chico me ha enseñado a ser mejor persona. Me ha demostrado que se puede ser feliz en la vida y en el trabajo. Ya está bien de meterse con él por su presunto sobrepeso o por sus fiestas. Él nos enseña cómo sonreír con autenticidad. Y por cierto, chapeau para el Madrid entero. Jugó a bloque, como si fueran once mosqueteros. Es el sello del número uno. La rúbrica del mejor equipo que ha parido el fútbol. Turín ya es sólo un mal recuerdo. La Champions ha muerto. ¡Viva la Liga!