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Tres puntos pero siguen las dudas

España salió con el dibujo del Madrid, ese dibujo asimétrico en el que la banda izquierda completa queda para Roberto Carlos. Pero no estaba Roberto Carlos. Estaba Raúl Bravo, un buen jugador, pero nada que ver con la centella brasileña, que viene a ser Lesmes, Zárraga y Gento en una sola pieza, y que me perdone Salazar. Así que a España el traje del Madrid no le quedaba. Le tiraba de sisa. Muy buenas combinaciones por el centro, pero muy poco juego por las alas. Porque encima Etxeberria se llevó una patada pronto y se le notó. Tanto que hasta hubo que cambiarle.

El tridente sí cumplía. Son muy buenos los tres. Pero enfrente había una defensa atenta y rápida, un respaldo serio para un equipo mejor de lo que todos pensábamos. Muy veloces en corto. Se revolvían en un palmo y cortaban las combinaciones bien pensadas de Raúl, Valerón y Tristán. Sin juego por las alas, España sólo podía llegar por pura precisión o por algún fallo de la defensa. Era difícil. Así que Sáez desempolvó de los manuales militares el principio que implantó Aníbal para desatascar las batallas que se empantanan en el centro: el ataque de la caballería por los flancos.

Y sacó a Vicente, por Xavi. Albelda quedaba de medio centro, con Valerón por delante. Vicente, que en este equipo siempre cumple, hizo una jugada limpia, de extremo puro y abrió la lata. Inmediatamente Sáez sustituyó a Valerón por Baraja. Así que en el mismo partido jugamos primero con el antidibujo del Madrid, luego un 4-4-2 en rombo y luego el 4-2-3-1 favorito de Sáez. La cuestión es que Valerón y Raúl juegan en el mismo sitio y juntarlos requiere sacrificar algo: o el nueve, o un extremo o un medio. Sáez todavía no sabe qué sacrificar. O sí lo sabe, según la ocasión y el momento.