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Iker, la otra araña negra

Se llama Iker Casillas, las misses de toda España se pegaron en balde por concertar con él una cita en Villarreal y cada vez que salta al campo dignifica la profesión de portero hasta el extremo de haber desterrado para siempre el famoso tópico: "Todos estos son unos locos...". Ese no es su caso. Casillas tiene la madurez mental de un licenciado en física nuclear, exhibe la frialdad de un taquillero de un auditorio de música clásica y posee el don de los elegidos: es grande en todo lo que hace. Casillas fue, junto a Gutiman, el verdadero artífice del extásico triunfo del Madrigal. Igual que hacía Buyo en los tiempos de la Quinta del Buitre, Iker es una especie de guardián del calabozo que siempre es el héroe en situaciones de máximo riesgo hasta redondear el final feliz de la película.

El Gato de Móstoles ya dio una pista de su noche triunfal al salir al partido vestido de negro académico, como los grandes porteros. Mi padre me habló mucho de Lev Yashin, que se tragó el gol de Marcelino y por eso proclamo con chulería que el niño es mejor que la legendaria Araña Negra. Casillas se tomó la revancha de la Intercontinental del año 2000 volviendo más loco a Palermo de lo que es (el mote no se lo puse yo al argentino), y le hundió en la miseria. Le sacó una con el pie y otra con la mano izquierda para enmarcar. Iban 0-0. O sea, paradas de un valor incalculable. Casillas es una especie de ángel que ilumina las noche opacas y grisáceas. Iker se comió a Palermo y después Guti y el heroico Helguera (Iván ya marcó un gol muy similar en El Sadar en la Liga que se ganó hace dos años) firmaron un triunfo con sentimiento, con muchas verdades y con sabor a Liga. Tres puntos y para casa. Así es el Real Madrid. Todo un líder.