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El destino le ha jugado una mala pasada a Morientes, cuyo irreverente comportamiento ante el Borussia Dortmund le pasará factura de forma dolorosa para él y para los que todavía creemos en sus cualidades como hombre de área. Su indisciplinada reacción mandando al fan número uno del Conde Lucanor (Del Bosque) a "tomar vientos" ha evidenciado su inmadurez. Moro, la cagaste. Jugar cinco minutos con la camiseta sagrada del Real Madrid es algo tan grande que millones de individuos se morirán sin vivir esa afrodisíaca experiencia, que sólo ven satisfecha en sus sueños más utópicos.

Mira por donde, tres días después la vida decide poner a prueba a otro delantero centro, made in cantera, en idénticas circunstancias. Bernabéu, victoria parcial por 2-1 y, en este caso, sólo tres minutos por delante para decir "aquí estoy yo". Del Bosque llamó a Portillo y éste se cambió con la velocidad de un guepardo. El killer de Aranjuez sonrió feliz por la oportunidad que le concedía el sabio salmantino y por eso el chaval saltó a la pradera con más ilusión que un niño cuando va a ver su primera película de Walt Disney.

Portillo besó el escudo, metió un gol de chico listo nada más salir y se dirigió emocionado a esa exigente afición que quiere a gente comprometida como él. Se lo dije a Guti personalmente y se lo repito a Morientes desde esta modesta tribuna. El que patalee de forma infantil y no se comporte con ejemplaridad no va a tener sitio en esta casa. Esto es el Madrid y gente como Raúl (me pongo de pie) y Portigol marcan la línea ética a seguir. Admirado Moro, ¿por qué lo hiciste? Malditos demonios...