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Gaspart se va, o al menos yo me lo creo

Tomás Guasch no se lo cree. Piensa que lo que ha hecho Gaspart es ganar un mes de paz, y luego ya veremos. Que si tiene suerte en los próximos partidos (Athletic, Espanyol y Betis) y una vez metidos de nuevo en la Champions, ya veremos. Al fin y al cabo, tiene a mano los cuartos de final de la Champions, a los que fácilmente podría no acceder el Madrid. Puestos a soñar, puede esperar que el Barça sea el único equipo español que alcance ese nivel. Y si en la Liga se rehace un poquito y el Madrid no alcanza la cabeza... Todo eso es lo que se malicia Guasch.

La verdad es que ayer a mediodía corrió la bolilla de que Gaspart ya había dimitido (llegó a tener carácter de noticia confirmada) y luego lo fio un poquito más largo. Que sí, que me voy pero en la asamblea, que la adelanto hasta el uno de marzo. De momento se quita la presión de la moción de censura, frena la cascada de dimisiones y puede testar la atmósfera en el Camp Nou el domingo y alimentar durante un mes una figura de víctima autoinmolada, una prolongación en el tiempo del plano que ofreció a las cámaras el día del del partido con el Sevilla.

A mí me cuesta creer que tanta superchería pueda ser cierta. Esta vez pienso que no hay marcha atrás. El mundo culé va a acoger (ya lo ha acogido) con tanto alivio el anuncio de que Gaspart se va el uno de marzo que va a contar los días como yo conté los de mi último mes en la mili. No sé si, como piensa Guasch, Gaspart acaricia en lo más íntimo la idea de dejar que pase esta tormenta para seguir luego. Yo lo veo imposible. Pienso que el mundo culé ya no aguantaría eso. Pero Guasch es un gasparólogo tan reputado que no me apostaría nada contra él.