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Contra el cierre de los estadios

Entre el tumulto de las discusiones por el próximo contrato televisivo, cuestión que puede hacer saltar la Liga, los clubes trataron ayer un tema que me interesa y me gusta: la desaparición, o casi, de los cierres de los estadios. Los clubes propondrán a la Federación que sólo en el caso de que haya una clara complicidad del club o que no se hayan adoptado las medidas de reglamento, haya cierre. Pero que no lo haya por sistema como lo hay (o se supone que lo hay) cada vez que se producen incidentes graves en un estadio, muchas veces sin que el club tenga nada que reprocharse.

Y estoy de acuerdo. El cierre de los campos me parece un sistema troglodita e inútil. Pertenezco a esa grandísima mayoría de aficionados que hemos ido muchísimas veces al fútbol sin tirar nada ni pegar a nadie, así que no me cuesta nada ponerme en el lugar del aficionado pacífico de, por ejemplo, Sevilla, que ha pagado su abono y que se ve privado de cuatro partidos por un sistema de justicia abusivo y medieval. Hay medios para identificar a los protagonistas de los alborotos, que son los que deben pagar, en la medida que sea, por estas cosas.

Hay un UCO que inauguró ufanamente Aznar y que no se utiliza. Se trata de un sistema de seguimiento por televisión de las zonas en que se concentran ultras. Se les podría ir apartando cuando cometen actos reprobables. Quizá lo mejor sea obligarles a acudir a comisaría o al juzgado los días y horas de partido. Si se trabajara en ese sentido, se medirían mucho más y no tendríamos esas esporádicas algaradas que se resuelven hoy por el expeditivo e inadmisible sistema de cerrar el campo, con desprecio de los derechos de tanto aficionado pacífico.