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Louis Van Gaal, Marqués de Sitges

Le vi lloroso y sincero y por momentos le tuve lástima. Es como es y ha hecho lo que ha podido. Sólo que no sabe más, no tiene tacto, es menos de lo que se cree y desde luego mucho menos de lo que se necesita para compensar todo el desastre ambiental que le rodea. No tiene buena plantilla ni sabe sacar partido a lo mejor que tiene. Pero tiene su corazoncito y cuando le desprecian y le despiden los que él consideraba compañeros de viaje se aflige y llora. Por eso me dio algo de pena. Pero pronto lo superé. Su destino no es digno de lástima. Más bien es envidiable.

Porque además de llorar, cobró. Se lleva, según las estimaciones más bajas, cuatro millones de euros por ocho meses mal contados de trabajo mal hecho. Se va a Sitges. ¿Conoce usted Sitges? Un paraíso. Ahí, en un apartamento de primera línea de playa, a unos treinta kilómetros al sur de Barcelona, querría usted pasar las vacaciones de toda la vida. Ese es el destino que el lloroso Van Gaal afronta con tanto pesar. Bien mirado, Gaspart no le ha hecho ninguna faena. Más bien le ha dado una quiniela de catorce con pleno al quince: sol, dinero y tiempo por delante. Un marquesado, vamos.

¿Y ahora? Rexach dice que pase el siguiente. Rexach nunca ha sido un currante y a la hora de remar río arriba no iba a ser el primero que se apuntase. Su aportación en la crisis se ha limitado a criticar al Sport. De Gaspart no dijo nada, así que supongo que todo lo que ha hecho hasta ahora le habrá parecido bien. No me extraña. Rexach es carne y sangre de ese organismo enfermo que degenera día a día. Mientras usted lee, un grupo fantasma vuela a Lisboa, con De la Cruz, para jugar un amistoso raro.Y viene Menotti, llamado a consultas. Y Van Gaal moquea en su marquesado de Sitges. Un circo.