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A la espera de la sentencia del caso Atlético

Se acerca el derby madrileño, dos años añorado. Dos años es una eternidad para un buen aficionado a este tipo de acontecimientos. Por eso en esta ciudad desde la que escribo, que es la mía, ya se escuchan los tambores. Discusiones en las oficinas, en los bares, en las radios, en los periódicos. Una emoción creciente, que alimenta la semana y que prepara el clímax para el domingo. Pero por debajo de este ambiente excitante y añorado se percibe una inquietud en algunos círculos: ¿llegará antes la sentencia del Caso Atlético? ¿Llegará hoy, mañana, ahora? ¿Cómo será?

Porque lo que sí se sabe es que la sentencia es inminente. Y esa sentencia resolverá si es justo que Gil (los Gil) sigan en posesión del Atlético o si se hicieron ilegalmente con su propiedad y en consecuencia debe serles arrebatado y sacado a subasta. Los Gil se sienten satisfechos del desarrollo del juicio, en el que estiman haber probado suficientemente la corrección de sus acciones. Y también tienen, para el peor de los casos, la esperanza de que se contemple la salida de la prescripción. De que se dé por prescrito el presunto delito, según determinada interpretación de todo el proceso.

En todo caso, el club necesita la sentencia, porque la situación actual es insostenible. Estamos un poco en aquello que expresa la frase cruel de "aquí ni muere padre ni cenamos". El Atlético es de Gil, pero intervenido, y por ello cercado por la desconfianza bancaria hasta que esto se resuelva. Desde la intervención se vive en el club una situación de provisionalidad institucional que le asfixia. Va maltirando por la voluntad de Miguel Angel Gil, que está haciendo verdaderos prodigios para sacar dinero de debajo de las piedras, y por su enorme fondo social. Pero necesita esa sentencia ya.