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Más leyenda para los Madrid-Valencia

Tras el pinchazo de la Real, que cabalga por delante, y el arreón del Depor, que galopa por detrás, el partido de anoche en el Bernabéu se presentaba bravo. Y con una cortina de lluvia para acabar de darle dramatismo. No defraudó. El Madrid dio su versión más grande en la primera parte, en la que mereció más. El Valencia se rehízo tras el descanso, desarmó al Madrid, empató y puso cara de ganador. Hasta la expulsión de Aimar. Luego el Madrid se levantó de nuevo y con escaso fondo físico pero con todo el arte que es capaz de crear Zidane alcanzó la goleada.

Más leyenda para los Madrid-Valencia, o viceversa. Queda para el recuerdo el abrazo de Ronaldo a Del Bosque. Dos hombres que se parecen poco pero que se comprenden mucho. Los dos saben que estar en la cumbre exige sacrificios y esa mutua comprensión quedó grabada para siempre en ese abrazo con el que Ronaldo se gana definitivamente el Bernabéu. Queda para el agravio la expulsión de Aimar, que a mí me pareció justa. No puedo justificar ni su golpe a la nuca de Casillas ni su pisotón a Michel Salgado. Y queda para el disfrute el segundo tiempo de Zidane...

Sobre todo eso. Ya en la primera parte había dado la puntada genial del pase a Ronaldo. Pero no había brillado por encima de Roberto Carlos, Figo o Raúl. Pero su segunda mitad fue un prodigio de habilidad, talento, control y sacrificio. Hay días en los que Zidane recuerda a Di Stéfano, y lo recuerda mucho. Unos de esos días fue ayer. Por su forma de estar en todas partes, por su actitud brava, por su arte sin igual, por su capacidad para mover a los demás. Porque está cerca de todo y también del gol. Del propio o del compañero, llámese este Ronaldo o Portillo.