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Pues sí, llegó Ronaldo

Escribo mientras Ronaldo se entrena junto al resto de sus compañeros. Todas las malicias que a su alrededor hemos construido (ustedes nos perdonarán la inocentada) se han volatilizado. No hay nada de excepcional en que alguien vuelva al trabajo al final de sus vacaciones reglamentarias, pero es que en torno a Ronaldo todo es excepcional. Aún está en la memoria su temporada en el Barça. Fue casi más noticia por el estruendo de sus idas y venidas, su carnaval, su Susana Werner, sus pleitos con Núñez, que por sus propios goles. Todo lo que hace está acompañado de un aura de excepcionalidad.

Ahora que ha regresado a tiempo es hora de que los mortales comunes reconozcamos su mérito. Ni usted ni yo sufrimos las tentaciones que él (y otros futbolistas de élite) sufren. Póngase usted en una isla propia, con un clima privilegiado, premios de mejor jugador del mundo, un Mundial de selecciones y un Mundial de clubes recién ganados, y tanto dinero como para asegurar su vida, la de sus hijos y la de sus nietos. ¿Usted hubiera regresado a tiempo? Seamos sinceros. Reconozcamos que hubiéramos coqueteado con la tentación de seguir al sol al menos hasta el año nuevo.

Así que hoy quizá sea día de rendir tributo a tantos y tantos futbolistas (y deportistas de otras especialidades) que siguen haciendo la guerra después de haberla ganado. Es duro jugar al fútbol. Es duro estar a punto. El entrenamiento y el juego producen sacrificio y dolores físicos. Y cuando uno llega a ser grande no se le permite retroceder. Sólo la afición, en el sentido más puro del término, les mantiene ahí y les permite superar esas tentaciones. Es justo que les exijamos. Pero es más justo aún que de cuando en cuando les reconozcamos que lo que ellos hacen no todos lo haríamos.