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El Señor de los Anillos

El próximo miércoles, el día en el que se paralizará el fútbol de élite en todo el planeta, se estrena la segunda parte del Señor de los Anillos. Mira por dónde, Raúl González Blanco les hizo ayer a sus productores una publicidad impagable. Raúl se aferró a la Liga como si fuese el último reto de su intachable carrera y lideró como gran capitán la revuelta de los canteranos. Con 0-2 era fácil caer en la depresión y la sensación de que la racha nefasta del Bernabéu iba a tener una cruel prolongación, pero Raúl lo convirtió en un simple espejismo. El Madrid evitó ante el sorprendente Recreativo de Alcaraz (hasta luego, Lucas) una debacle histórica gracias al ardor que pusieron en la batalla los jugadores con denominación nacional de origen, esos que saben descodificar el peso de este escudo en los días en los que toca apelar a argumentos no sólo futbolísticos. Raúl es el alma de este Madrid de dos caras que necesita de tipos comprometidos para evitar ser víctima de su peligroso star system.

Raúl marcó su gol 202 (¡tiembla Hugo!) reivindicando ante los vividores de la FIFA su candidatura moral a ese FIFA World Player que él y Roberto Carlos merecían mucho más que O Rei Ronaldo. Pero Raúl no se arrugará nunca por este tipo de matices honoríficos. Ayer tiró de un carro en el que se subieron con casta Guti, Raúl Bravo (¡mama mía, qué golazo!), Pavón, Miñambres, Casillas, Helguera... Quitando a Iván, todos son productos de alta fiabilidad de esa cantera que ayer ganó todos sus partidos, desde el Alevín más tierno al filial de Segunda B. Raúl es el Everest de este Madrid que fuera de su marketiniana versión de los Cinco Magníficos tiene corazón, orgullo, calidad, espíritu... y madridismo puro. Raúl, gracias.