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En el maldito 11-S se nos cayeron las Torres Gemelas y muchas de nuestras teorías sobre la Guerra Fría y las relaciones entre Occidente y el Islam. Pero en un día de tanta angustia vital y muerte irracional, el fútbol nos dejó la estampa emergente de un extremo de una pieza, capaz de convertir la banda derecha en una pista de snowboard y de transformar un golpe franco con la maestría que exhibía Bernd Schuster. Fue un Figo con galones de líder, que llevó al Real Madrid a la toma del Olímpico (1-2).Luego vino su penosa lesión, su error (y del club) por dejarle jugar la final de Copa del 6-M y su aparición fantasmal en Glasgow...

Por eso los madridistas están de enhorabuena. El Balón de Oro de 2000 y el FIFA World Player 2001 ha regenerado su tobillo y su mente en los 43 días de vacaciones que tuvo tras su desdichado Mundial de Corea. De nuevo es un jugador rectilíneo, veloz (hombre, no tanto como Tim Montgomery) y mortal con sus roscas desde la orilla derecha. Figo vuelve a ser Figo. Y eso, créanme, es mucho. Por cierto, a la misma hora que el Papa, que va de blanco aunque sea socio culé, esté recibiendo hoy su carné de madridista, releeré asombrado las bravatas de Ruiz de Lopera eludiendo responsabilidades. No conozco otro presidente igual. Es un tipo más retorcido que la letra S. Sólo le falta echar la culpa del tercermundista apagón del sábado a los utilleros del Madrid. Señor, ilumíname...