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Trofeo Bernabéu | Bayern 2-Milán 1

¡¡¡Oliverman!!!

Una memorable actuación del portero alemán permite que Bayern Múnich y Real Madrid reediten hoy su clásico duelo.

En el fútbol, como en la vida misma, existe una escala de valores que separa a los individuos voluntariosos y normales (el gordo Abbiati, por ejemplo) de los elegidos para crear en el futuro una escuela de talentos donde sólo serán aceptados los superdotados. En este último vagón de business class viaja Oliver Kahn, seguramente, el portero más determinante desde la retirada, hace más de dos décadas, de su su compatriota Sepp Maier. Este rubio germánico agigantó ayer su aria figura hasta convertir su portería en una ridícula caja de cerillas. Protagonizó vuelos sin motor para el recuerdo. Seedorf y Simic deben seguir pellizcándose buscando explicaciones que aclaren cómo Oliverman llegó a rechazar esos remates que llevaban inoculados el veneno del gol. Pero él posee el antídoto.

El caso es que el Bayern, como siempre, ya está otra vez dando la lata, metiéndose en la final de esta noche y amenazando con llevarse los 30 kilos de plata de la Copa del Centenario, como ya hiciesen sus padres Rummenigge, Augenthaler y Hoeness hace 23 años, cuando arrancó esta preciosa leyenda del Trofeo Santiago Bernabéu. El Madrid soñaba hoy con una final estética y plácida con ese Milán que ha pasado de ser odiado a convertirse en el gran aliado europeo. Pero el Bayern es como las puestas de sol. Es inevitable.

Fue una noche peculiar. Rivaldo, trajeado y en la tribuna, ovacionado apasionadamente por el Bernabéu; Kahn, el Balón de Oro del Mundial de Japón-Corea, demonizado como el gran enemigo del madridismo militante (le trajo al pairo...); el Milán, jaleado como si las pesadillas de los años 80 con Gullit y Van Basten enfrente nunca hubieran existido... Y el tal Gatusso como siempre, repartiendo estopa y patadas con su habitual generosidad. Peligraron hasta los chicos de la Cruz Roja y Eva Turégano, la rubia reportera de Antena 3, que pasaban por allí... Todo es posible en verano, cuando la canícula calienta en exceso las cabezas del personal y nos deja situaciones casadas con el surrealismo. Pero hay cosas que no cambian. El Bayern sigue fiel a su estilo de equipo granítico en defensa, aunque este año ha crecido en imaginación, pegada y capacidad creativa gracias a la llegada de Ballack y Zé Roberto. El Milán es el fiel reflejo del decadente Calcio. Posee jugadores de calidad superlativa, pero su fútbol previsible y ordenado fagocita el talento de futbolistas como Shevchenko (anoche casi inédito, para tranquilidad de Florentino) o Rui Costa, muy picado con los alemanes pero perdido para el fútbol de elite.

Eso sí. Clarence Seedorf irrumpió en la segunda parte de la velada para rescatar el afecto del Bernabéu con dos pinceladas de lujo. Un trallazo al palo de la portería alemana y un obús desde 35 metros que sacó Kahn con una mano mágica elevaron el nivel de la cita, que había arrancado con un gol de Inzaghi digno de un killer. Ladeó su cuerpo e improvisó una media cuchara que nos recordó la condición humana de Oliver. Pero los germanos son como las abejas cuando fabrican la miel. Son pacientes, ordenados y jerarquizan perfectamente el trabajo. Con dos golpes francos, uno materializado por Tarnat y el segundo por Scholl, fabricó su victoria. Kahn hace el resto. Para, para, para...