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Bendita la hora en la que Florentino se puso de acuerdo con Valdano para fichar a O Rei Zidane. Los 13.000 millones que costó el artista marsellés quedaron amortizados desde ese momento bíblico que vivimos anoche en Hampden Park. Roberto Carlos le envió un balón que caía del cielo de Glasgow, Zizou acomodó su cuerpo como un cisne blanco y majestuoso, preparó su elegante fusil y con su mágica bota izquierda improvisó un homenaje a Puskas, que hace 42 años metió cuatro golazos en este mismo escenario de los sueños.

Zidane, como todos los genios, improvisó una obra maestra, a la altura de esa Novena Sinfonía de otro que era el número uno en lo suyo. Beethoven no tenía cláusula de rescisión, pero cualquier fanático de la música clásica también hubiese dado 13.000 kilos por su fichaje. Beethoven, que era tan alemán como los chicos del Bayer, recibió por parte de Zidane el homenaje que merece una imagen tan impactante, de una altura superlativa. No se me quita de la cabeza esa volea. ¡Qué plasticidad, qué belleza! Gol de oro... La elegante Verónica dará a luz mañana un niño, que lleva la firma del Maestro. Es el bebé de la Novena. Llega bendecido.

En Hampden Park tuvimos otro descubrimiento. El Centenario del club más grande de todos los tiempos no se cumplió el 6 de marzo. Fue ayer, día de San Isidro Blanco. Cuando se hizo de noche en Hampden Park creí ver a Gento, Puskas y Di Stéfano corriendo por esta verde pradera con esa camiseta inmaculada que hace 42 años enamoró el corazón de los escoceses. Escucho unas gaitas de fondo. Es magia. Es Zidane. Es Raúl. Es Iker. Es el Madrid. El rey de Europa. Gracias por existir.