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Iker, luz en la niebla

Como si fuese el hombre lobo, agazapado en medio de la espesa niebla y con el Bernabéu encogido por el frío y el miedo. Con ese perfil de héroe americano y las mangas cortadas en una demostración de hombría y desafío a los imperativos meteorológicos, Iker Casillas Fernández hizo dos apariciones estelares en la última escena de una película que en su primer tramo fue divertida y plástica. Pero en su fase final se transformó en un film de terror para un Madrid empeñado en poner suspense y angustia en sus apariciones por esta emblemática temporada del Centenario. Ni el habitual master futbolístico de Zidane, ni los goles tempraneros de Morientes (no para, sigue, sigue) y Raúl fabricaron una velada sin sobresaltos para el campeón.

Casillas es un portento de la naturaleza. En ese último minuto que pudo apuñalar el corazón de los 60.000 madridistas que acudieron al santuario de La Castellana, este porterazo de 20 añitos ratificó su condición de jugador-franquicia. La milagrosa mano izquierda que le metió a Aloisi en un remate a bocajarro y el posterior rechace con el pie tras el disparo frontal de Palacios no fueron fruto de la fortuna. Casillas es el rey de la intuición (cualidad elogiada ayer por Valdano) y nunca quita la cara a la pelota, como si fuese argentino. El Madrid ya está en zona de Champions y con el Barça chupando rueda. Ese es su hábitat natural. Gracias, Iker.