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No tiene defensa que Iván Campo tire por tierra sus magníficos conceptos técnicos por esa displicencia muy suya que le llevó a dar a Casas la llave del primer gol del Betis. No tiene defensa que Hierro se vea obligado a aguantar todo el partido sobre el campo cuando desde el minuto dos estaba cojeando por culpa de esas malditas lesiones musculares que no quieren dejarle ser el líder que en Roma resurgió. No tiene defensa que el Real Madrid convierta su área en una discoteca con barra libre hasta el amanecer en la que todos los rivales se ponen morados sin pagar peaje alguno por ello. Conclusión: esta defensa no tiene defensa...

Vicente del Bosque se equivocó. Su habitual pragmatismo, su sabiduría en las rotaciones y su mano izquierda para manejar la hoguera de vanidades en que se convierte el vestuario de cualquier grande volaron por los aires de Sevilla en una noche en la que nada parecía tener sentido en torno al campeón de Liga. La revolución liderada por el salmantino fue traumática, no terapéutica. Fue positiva en el concepto ofensivo del juego (con Celades hubo mayor manejo de balón) pero altamente perniciosa en los conceptos de recuperación de la bola, la presión y el orden táctico. Esos cambios, como dice Del Bosque, no suponen majadería alguna porque la temporada será larga y no se jugó tan mal. Lo raro es lo de Casillas. Al banquillo. ¿Por qué?