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PARÍS 2024 | BOXEO

De un centro de refugiados a la fe salvadora en Alá

Enmanuel Reyes Pla salió de Cuba, vivió una odisea para llegar a España y después de la decepción de Tokio se convirtió al Islam. Ya es medallista olímpico.

París
El boxeador español Enmanuel Reyes Pla celebra su victoria ante el belga Victor Scheltraete.
SASHENKA GUTIERREZEFE

“Todo el mundo tiene un camino duro en la vida”, responde con una sonrisa Emmanuel Reyes Pla (La Habana, 31 años) cuando se le pregunta sobre la suya, la de uno más que dejó atrás Cuba. Producto de la exquisita escuela caribeña de La Finca, sintió que con Eryslandy Savón (bronce en Río y sobrino del mito Félix, el de los tres oros olímpicos) en el mismo peso la federación no se lo iba a poner fácil. Y cogió la maleta para no volver. Para convertirse en un ‘gusano’. Con destino A Coruña, donde tenía familia.

Así comenzó la desventura. Sólo tenía la opción de volar a Rusia, país amigo. De allí pasó a Bielorrusia con la ayuda de su tío. Sin visado hacia España, volvió a Moscú donde estuvo cuatro meses escondido en un piso. “Tenía miedo a ser detenido y que me soltaran en medio de la estepa”, cuenta. Su odisea no acabó ahí. En Austria pidió asilo y vivió dos meses en un centro de refugiados. Su siguiente destino, Alemania. Pero al intentar cruzar a Francia fue frenado en la frontera y volvió a otro centro. Desesperado, por fin logró volar hasta Barcelona y de allí a A Coruña con los suyos.

Encontró una tabla a la que agarrarse en el gimnasio de Chano Planas (“tenía menos fondo que un charco por la angustia y la falta de entrenamientos”, recuerda el preparador). Iba a debutar como profesional cuando llegó la llamada de Rafa Lozano, el seleccionador, para trasladarse a la Blume en Madrid y encontrar una vía para obtener los papeles. La nacionalización llegó en enero del 2020. Y los Juegos de Tokio en 2021, donde se sintió robado ante su excompatriota Julio la Cruz cuando peleaba por el bronce.

Tan mal cuerpo le dejó, que pensó en colgar los guantes. “No quería saber nada de boxeo, el bajón fue grandísimo”. Y llegó la segunda tabla, la de la fe en el Islam. Por influencia de sus compañeros Ayoub Ghadfa y Jazi Jalidov, abrazó a Alá. Él, El Profeta. Como hizo ya hace mucho tiempo un tal Muhammad Ali. Otro fanfarrón que anunciaba cómo iba a arrancar la cabeza de sus rivales.

Quizá, en el duro camino de Pla estaba escrito que al final habría un metal olímpico. Que todo ha valido la pena.

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