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JUEGOS OLÍMPICOS | AGUAS ABIERTAS

De pensar en el suicidio a Tokio: “De la oscuridad se sale”

La venezolana Paola Pérez, que tuvo que salir de su país por falta de piscinas, explicó su historia en la zona mixta de Tokio tras acabar vigésima.

Paola Pérez, en el centro de la imagen.
Patrick B. KraemerEFE

Era miércoles en Tokio. En la zona mixta del Marine Park de Odaiba no paraban de desfilar nadadoras con sus bañadores largos, ni una pizca de agua ya en su cuerpo, secada por el calor apenas minutos después de finalizar la prueba. La venezolana Paola Pérez se detuvo junto a la prensa de su país y empezó a valorar la prueba de 10 kilómetros en aguas abiertas. Fue vigésima, pero eso era lo de menos. Habló de “infierno”, de “suicidio”, de “mis malos momentos”. Después, explicó su historia personal.

“Les digo que fue la época más oscura de mi vida y a la que no pienso volver, pero esto es una realidad que se vive no solo con los atletas, sino en el mundo”, se arranca Pérez, quien ya participó en los Juegos de Río: “La depresión y la ansiedad existen, cada quien lidia a su manera con sus problemas. Yo descubrí gracias al apoyo y a ayuda psicológica que me faltaba amor propio para decidir lo que merezco, lo que quiero y lo que necesito. Ya más nunca me faltará nada”.

“Hablo de esto porque me importa que sepan que de la oscuridad se puede salir. Yo lloro, porque es inevitable no llorar. Lloro porque nadie más que yo sabe todo lo que viví. Lloro porque estoy orgullosa de mí, de lo que soy ahora y de lo que viene para mí”, recalcó después en sus redes sociales, cuando ordenó todo lo que contó en esa zona mixta concurrida de nadadores.

Pérez ha sufrido mil y un impedimientos para practicar su deporte. Primero, su imagen dio la vuelta al mundo en 2019, cuando ya era deportista olímpica (compitió en Río). A la nadadora no le llegó el traje de neopreno que le debía enviar la Federación de Natación Venezolana para competir en una prueba en Perú. La temperatura del agua estaba a 18 grados. Pérez decidió lanzarse a competir pero le dio una hipotermia. La falta de ayudas se repitieron. Tuvo que trabajar para pagarse el alquiler de una piscina y durante la pandemia emigró a Chile a entrenarse ya que no había medios ni instalaciones en su país a disposición.

Incluso, se abrió un crowdfunding para intentar que la gente le diera recursos para seguir compitiendo. Ha conseguido superar sus fantasmas y estar en Tokio. Su clasificación no fue "todo lo bien que esperaba", pero la medalla era estar después de tantos obstáculos. En las redes sociales la apoyan. Tiene la medalla del reconocimiento y el cariño.